Hch 14, 19-28; Sal 144; Jn 14, 27-31ª (San José Mt 13, 54-58).
“La paz les dejo, mi paz les doy”
Esta promesa de paz que hace Jesús a sus discípulos, me hace recordar la agradable experiencia que muchos tuvimos en el pasado al visitar los lugares de provincia, donde era común encontrar las puertas de las casas abiertas durante prácticamente todo el día. Este deseo de paz se acentúa cada vez más, pensando en los lugares de conflicto de Medio Oriente, África o la inseguridad que vivimos actualmente en nuestro país. La paz que Jesús sabe dar es la que nace de una auténtica experiencia de Dios que va transformando, desde nuestro interior, todo nuestro entorno.
El papa Pio XII instituyó la fiesta de San José en 1955, para dar un santo protector a los trabajadores y resaltar la dignidad del trabajo humano, participando así en la obra creadora de Dios. Es un buen día para reflexionar sobre las luchas que la clase trabajadora ha tenido a lo largo de la historia para lograr una justa distribución de la riqueza generada por el mismo trabajo, muchas veces mal remunerado y realizado en condiciones precarias. Las encíclicas de Juan XXIII, Paulo VI y Juan Pablo II, nos hacen una continua invitación a luchar por la construcción de un mundo donde reinen la paz y la justicia.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús Santoyo Mondragón, cm
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