Abrazar la incomodidad

por | Abr 15, 2018 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Durante mucho tiempo, tuve la inquietante sensación de urgencia de buscar las cosas que solía evitar por miedo a sentirme incómoda. Además de mis responsabilidades como estudiante y empleada a tiempo completo, tenía una carga de trabajo extracurricular que me mantenía ocupada regularmente. Y, sin embargo, sentí como si no estuviera haciendo lo suficiente.

Tomar el sendero fácil y conocido era lo que se había vuelto demasiado familiar para mí, porque sabía que tenía garantías de éxito y que no iba a permitirme parecer una tonta desorientada. Sin embargo, fue en este sentimiento de comodidad y de falta de voluntad para tomar riesgos cuando comencé a desear la libertad, porque sabía que nunca ocurría un gran cambio en el que me sintiese desafiada.

Discernir un año de servicio con VSC [Vincentian Service Corps West] ha sido el catalizador para verme liberada de conformarse con lo cómodo. Desde el principio, comencé a vivir con personas de todo el país, en una ciudad a más de cuatrocientas millas de distancia de mi hogar, y me puse a trabajar en un entorno escolar único que nunca pensé que existiría. Todos los días me enfrento a la opción de hacer lo mínimo posible o abrazar las posibilidades de incomodidad y liberación del control, para poder ser y producir el mejor trabajo para mis alumnos, mi sitio de servicio y mi comunidad.

Uno de los aspectos más difíciles de este año de servicio ha sido la distancia de mi familia, amigos y todos los aspectos familiares de sentirse en casa.

Con todos estos cambios han llegado las infinitas oportunidades para practicar la confianza, la paciencia y la comprensión. Hay belleza en la capacidad de confiar en Dios y en los demás, saber que no tengo una necesidad imperiosa de tener el control de todo en mi vida, sino tener fe en que, con el tiempo, las personas y las situaciones se resolverán por sí mismas. Estoy convencida de que Dios me está permitiendo enfrentar esos momentos en los que me siento frustrada de que las cosas no van como quiero, como una oportunidad de mirar a través de una perspectiva de comprensión para permitirme aprehender que no todo es lo que puede parecer ser al inicio. Por ejemplo, el comportamiento de mis alumnos puede no estar directamente relacionado conmigo misma, sino que puede deberse a algo que les sucede en casa. Muchas oportunidades para ejercitar la paciencia han surgido de vivir en una comunidad en la que, a pesar de que mis compañeras y yo crecimos en diferentes contextos culturales y tradiciones, hemos trabajado juntas para encontrar similitudes e incluso hemos creado nuestros propios modos de coexistir y convivir.

Uno de los aspectos más difíciles de este año de servicio ha sido la distancia de mi familia, amigos y todos los aspectos familiares de sentirse en casa. Muchas veces he reflexionado sobre lo que podría haber sido este año si no me hubiera mudado a San Francisco. Cuánto más fácil hubiera sido la vida si me hubiera quedado donde estaba y continuara haciendo las mismas actividades y el mismo trabajo que he hecho durante tantos años. Cuán fácil hubiera sido seguir con lo que más conocía y con lo que me sentía más cómoda haciendo. Sin embargo, las mejores oportunidades y experiencias surgieron al abrazar la incertidumbre. Si no hubiera estado tan lejos de casa, no habría tenido la oportunidad de comprender la hondura de la educación en la que mi familia me formó para percibir el mundo a través de una lente particular. No me habría visto desafiada a dar clases fuera de mi reino de experiencia, ni hubiera llegado a comprender cómo mi deseo de enseñar requiere una base sólida para forjar relaciones sanas con mis alumnos. Pero, ante todo, si no tuviera soportado momentos de soledad y angustia, no estaría segura de que mi Padre Celestial me ayuda y me conduce hacia un camino de felicidad y plenitud eternas.

Estamos llamados a seguir a Cristo. De la misma manera que los apóstoles abandonaron sus hogares, familias, trabajos, todo para seguir a Jesús en la misión, así somos llamados también nosotros. Y aunque en la mayoría de las circunstancias no vamos a abandonar literalmente nuestras vidas, convertirnos en misioneros y viajar por el mundo, estamos llamados a estar abiertos para enfrentar los desafíos diarios y abrazar la incomodidad.


de un boletín informativo del Vincentian Service Corps West (EE. UU.). Lizbeth Espinoza es actualmente una Estudiante de Apoyo en la Academia De Marillac.

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