Hch 4, 32-37, Sal 92; Jn 3, 7-15.
“Hay que nacer de nuevo”
El diálogo de Jesús con Nicodemo nos hace pensar también a nosotros: ¿Somos de las personas que prefieren vivir en la oscuridad o en la penumbra, precisamente por no aceptar las consecuencias de acoger la luz? ¿No es verdad que también los hombres de hoy, incluidos “los sabios”, a veces prefieren –o preferimos– no saber, no captar la profundidad de Cristo, porque eso nos obligaría a cambiar, a “renacer”?
Tal vez muchas personas sencillas, sin gran cultura, sin tantos medios espirituales, pero que tienen buen corazón y unos ojos lúcidos de fe, sí están mirando a Cristo Jesús con profundidad y se dejan influir por él, renaciendo continuamente y creciendo en su vida cristiana.
Hagamos que la acción del Espíritu tenga acogida en nosotros, escuchémosle, y apliquemos sus inspiraciones para que cada uno sea, en su lugar habitual, un buen ejemplo elevado que irradie la luz de Cristo.
Hay que entrar en la escuela del discipulado y permanecer siempre en ella hasta que Jesús viva en nosotros y nosotros en él. Y eso sólo es posible por la acción del Espíritu que sopla (actúa) donde quiere y como quiere.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Juan Rodríguez Gaucín, cm
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