Os 14, 2-10; Sal 80; Mc 12, 28-34.
“El Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Lo amarás con todo tu corazón, con todas tus fuerzas…”
Amar a Dios en una sociedad donde encontramos a cada paso un ídolo –poder, dinero, placer, comodidad, indiferencia…– que también nos pide un lugar en nuestro corazón, da como resultado un amor hecho pedazos.
Quizá hayas escuchado una sección en noticias llamada “Don Dinero”, en el que se mencionan sucesos de hombres de negocios y en general del mundo económico. El nombre describe bastante bien su condición: don dinero nos dice quiénes somos, qué podemos soñar y qué no nos está permitido; don dinero nos dice dónde vivir, dónde medicarnos, dónde estudiar, dónde trabajar… Don dinero nos dice cuánto valemos.
Dios, en cambio, exige algo más hondo, más radical donde el dinero no alcanza a llegar: todo el corazón, todas las fuerzas, toda la inteligencia, todo nuestro ser, porque sólo así seremos auténticamente libres, porque él no nos vende al mejor postor, porque, si somos sus hijos, en libertad amaremos sin condiciones y sin cobardías a nuestro prójimo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez Mireles, cm
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