¿Qué lleva a un joven a entregar su vida en la Congregación de la Misión? El recientemente ordenado diácono José Luis Cañavate C.M., nos cuenta algo de su vocación:
—¿Cómo fue el día de tu ordenación? ¿Qué momento destacarías?
—Fue uno de los días más felices de mi vida. Estuvieron presentes aquellas personas que me han acompañado y ayudado en este camino vocacional: familia, amigos y compañeros misioneros. Desde ellos Dios se ha ido haciendo presente y ha cimentando mi vocación misionera. Destaco dos momentos: la homilía y las letanías. En el primero, el obispo don Ciriaco hizo una intervención clara y real de nuestra vida de servicio en el celibato, la cual me emocionó. En el segundo, postrado, cantaba fuertemente las respuestas, junto con la asamblea; de esa manera, pude descargar toda la tensión que llevaba y, así, disfrutar de la celebración con tranquilidad y sosiego.
—¿Cuándo y cómo descubristes tu vocación?
—Desde el seno de la Familia Vicenciana. Desde niño estudié en un colegio de Hijas de la Caridad donde pasé a formar parte de Juventudes Marianas Vicencianas y, ahí, me encontré con los Misioneros Paúles. Todo fue un proceso de encuentro y descubrimiento con el Dios de los Pobres y de la Historia.
—¿Qué ha sido lo mejor de tu proceso de estudio y formación?
—Las experiencias de servicio que he ido realizando durante todos estos años, sobre todo, en el verano del 2015 que tuve la oportunidad de vivir dos meses en nuestra misión de Honduras. Allí descubrí el sentido de tanto tiempo dedicado al estudio, por y para los Pobres.
—¿Qué quieres aportar desde tu diaconado a la sociedad y a la Iglesia?
—Como hijo de la Iglesia pretendo llevar a cabo lo que ella le pide al diácono: el servicio a la Palabra, al altar y a los necesitados. Todo ello, para ser en el mundo signo de una Iglesia acogedora de brazos abiertos que escucha, dialoga y comparte los gozos y las dificultades de sus contemporáneos, siendo capaz de trabajar juntamente con las personas de buena voluntad que buscan un mundo construido desde la justicia, la paz y el amor.
—¿Cómo estás viviendo el Año de Pastoral? ¿Qué estás descubriendo?
—El destino a Albacete ha sido todo un regalo. Estoy encontrándome con una comunidad misionera ilusionada y alegre de anunciar la Buena Noticia entre los necesitados de nuestra ciudad. También he encontrado una Diócesis acogedora desde su obispo, su clero y sus laicos comprometidos. Creo que esto ayuda al acompañamiento requerido en los primeros arios de vida ministerial.
—En los próximos meses se va a celebrar el Sínodo sobre los Jóvenes con el lema «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», ¿Qué le dirías a los jóvenes en relación a estas dos palabras: fe y discernimiento?
—La vocación está dentro de aquellas cualidades, sueños e ilusiones que Dios ha sembrado en nosotros. Todo ello se debe descubrir a la luz de la fe en el Dios de la misericordia para poder desarrollarlo como servicio a la sociedad y a la Iglesia, desde la manera que sea descubierta. Para ello, es necesario un buen acompañamiento espiritual y dejarse moldear por el Dios de la vida.
Publicado en la Hoja Dominical de la diocesis de Albacete (España), el 18 de febrero de 2018.
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