Dan 9, 4-10; Sal 78, 8-13; Lc 6, 36-38.
“Sean compasivos como su Padre es compasivo”
Soy un memorial de miserias propias y un memorial de misericordias de Dios. Y puedo añadir que siempre que he sido misericordioso he sido listo, y siempre que no lo he sido, me he extraviado tontamente o me he engañado con verdades parciales sobre los demás.
“¿Acaso olvida una mujer a su niño sin compadecerse del fruto de sus entrañas? Pues aunque ella llegara a olvidarlo, Yo no te olvido, y en las palmas de mis manos te tengo tatuada”(Is 49, 15). La Omnipotencia de Dios se muestra en su misericordia… se hace pequeño, se abaja a tu altura, te mira a los ojos y te dice: Te amo, por ti hice todas las locuras de la vida. Por ti me encarné, por ti me entregué en la cruz. “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella (la misericordia) se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret”, nos recordaba el Papa Francisco.
Y este Jesucristo, que conoce al Padre, es el que nos pide que seamos misericordiosos como él. No es fácil, nos sobrepasa. Tendemos a lo contrario. Pero, como decía san Pablo, todo es posible en aquél que nos conforta. Hemos de quererlo y pedirlo. ¡Dame, Señor, esta sanadora gracia!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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