2Sam 15, 13-14.30; 16, 5-13; Sal 3; Mc 5, 1-20.
“Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales ”
Aquel hombre endemoniado fue curado por Jesús. Volvió a la vida y se convirtió en un misionero de su pueblo, un testigo de Jesús:
Meditemos esta bella homilía de nuestro Papa: “Y Jesús sanaba: déjense curar por Jesús. Todos nosotros tenemos heridas: heridas espirituales, pecados, enemistades, celos; tal vez no saludamos a alguien: ¡Ah! Me hizo esto, ya no lo saludo!. Pero hay que curar esto. ¿Y cómo hago? Reza y pide a Jesús que lo sane. Es triste cuando en una familia los hermanos no se hablan por una estupidez, porque el diablo toma una estupidez y hace todo un mundo.
Después, las enemistades van adelante, muchas veces durante años, y esa familia se destruye. Los padres sufren porque los hijos no se hablan, o la mujer de un hijo no habla con el otro, y así los celos, las envidas… El diablo siembra esto. Y el único que expulsa los demonios es Jesús. El único que cura estas cosas es Jesús. Por eso, les digo a cada uno de ustedes: déjense curar por Jesús. Cada uno sabe dónde tiene la herida. Cada uno de nosotros tiene una; no sólo tiene una: dos, tres, cuatro, veinte.
Que Jesús cure esas heridas. Pero, para esto, tengo que abrir el corazón, para que Él venga. ¿Y cómo abro el corazón? Rezando. «Cura ésta herida, Señor». Deja que Jesús te cure”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Benjamín Romo Martín, cm
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