Rom 15, 14-21; Sal 97, 1-4; Lc 16, 1-8.
«Dame cuenta de tu administración”, le dijo el amo a su corrupto administrador. Y la parábola de Jesús tiene más actualidad aún que en su tiempo, pues la corrupción es más escandalosa. Jesús termina la parábola comentando que “los hijos de este mundo son más sagaces que los hijos de la luz”. Pero, en este día celebramos a un buen “administrador”, a León Magno, que fue Papa del año 440 a 461. Le tocó exponerse ante las invasiones de los bárbaros de Atila y Genserico y defender la fe frente a las herejías de quienes reducían a Jesucristo.
En su tiempo se celebró el gran Concilio de Calcedonia, que “representa la meta segura de la cristología de los tres concilios ecuménicos anteriores. En una de sus cartas, dice el Papa León: «acoge y venera los cuatro Concilios como los cuatro libros del santo Evangelio», pues sobre ellos “se eleva la estructura de la santa fe, como sobre una piedra cuadrangular”. El Concilio de Calcedonia (año 451) afirmó lo que tú y yo creemos, que Jesucristo es Dios verdadero y hombre verdadero, consustancial al Padre y consustancial a nosotros, una única persona en dos naturalezas “sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación”.
Para quienes menosprecian los dogmas de los Concilios, decía Chesterton:“Está claro que los árboles no producen dogmas y que los nabos son muy tolerantes… El dogma de la Iglesia limita el pensamiento de la misma manera que el axioma del Sistema Solar limita la Física: en lugar de detener el pensamiento, le proporciona una base fértil y un estímulo constante…
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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