Rom 4, 1-8; Sal 31; Lc 12, 1-7.
Todos los cabellos de su cabeza están contados
Cuando se nos estropea algo en casa (un aparato electrodoméstico, el coche, la computadora…) nos inquietamos y hacemos todo lo posible para buscar una solución: llamamos al técnico para que lo arregle. Luego pagamos una cantidad de dinero, y listo. O si la reparación es muy cara hacemos planes para comprar uno nuevo. Sin embargo, todas estas cosas no merecen el cuidado que precisa nuestra vida. Porque si dejamos de funcionar, ¿quién nos arreglará? Los médicos pueden lograr curaciones asombrosas, pero ninguno sabe resucitar a un muerto. Cristo nos advierte que debemos temer al pecado, porque ése sí que nos puede llevar donde no queremos. Muchos santos contemplaban con frecuencia la realidad de la muerte, y se preguntaban: ¿cómo quisiera vivir yo este día si supiera que es el último día de mi vida?
Estamos aún en el tiempo para acoger las gracias que obtuvo para nosotros Jesús, en su Pasión y Resurrección. Por eso, siempre hay una oportunidad para rehacer la vida, para levantarse de la caída, pedir perdón en el sacramento de la confesión y seguir adelante pensando en el final feliz, en el encuentro definitivo con Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Benjamín Romo Martín, cm
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