Rom 1, 1-17; Sal 97; Lc 11, 29-32.
No se les dará otra señal que la de Jonás
El Papa nos habló en una homilía sobre este evangelio diciendo que existe el “síndrome de Jonás” Personas que no quieren abrirse a los acontecimientos como la manifestación de Dios en la
persona de Jesús. Y por tanto quieren huir del compromiso y buscar las cosas fáciles, como lo quería hacer el profeta Jonás, no ir a Nínive. Son aquellos que no quieren la conversión y quieren –dice el Papa– una santidad de “tintorería”, toda bella, bien hecha pero sin aquella pasión por vivir y salir a predicar a Jesús.
Por el contrario el signo de Jonás: Es aquel que nos da la confianza, de ser salvados por la sangre de Jesucristo. Cuántos cristianos hay que piensan que serán salvados solamente por aquello que hacen, por sus obras. Las obras son necesarias, pero ellas son una consecuencia, una respuesta a aquel amor misericordioso del Padre que nos salva. Las obras solas, sin la experiencia de este amor misericordioso, no nos salvan.
El síndrome de Jonás nos lleva a la hipocresía, a la autosuficiencia, a sentirnos cristianos “santos y buenos”, fieles cumplidores solo de lo estrictamente mandado. “ya hice lo que me tocaba”. ¡Es una grave enfermedad! En cambio el signo de Jonás que Jesús nos da es un camino abierto para experimentar la cercanía y la misericordia del Padre en la persona de Jesús.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Benjamín Romo Martín, cm
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