El P. Tomaž Mavrič, Superior General de la Congregación de la Misión, participó en las principales celebraciones del 400 Aniversario del Carisma Vicenciano en Polonia, que tuvieron lugar en la Basílica de San Vicente de Paúl en Bydgoszcz, del viernes al domingo, 22-24 de septiembre. La culminación del evento de tres días fue la Eucaristía dominical presidida por el reverendo Jan Tyrawa, obispo de Bydgoszcz. El P. Tomaž pronunció la homilía, cuyo texsto compartimos a continuación:
Como ustedes saben, este año la Iglesia celebra el 400 Aniversario del Carisma Vicenciano. Comenzamos las celebraciones en enero, de manera especial el 25, con la peregrinación del corazón de san Vicente a Folleville, donde, cuatro siglos antes, había predicado el primer sermón de la misión. Durante estos últimos nueve meses ha habido festividades en muchas de nuestras provincias y misiones para conmemorar este evento. El de aquí, en Polonia, es una de ellas.
En esa aldea de Folleville, Vicente de Paúl tuvo la primera de dos experiencias que cambiaron su vida, cuando descubrió la pobreza espiritual de la gente rural. La segunda experiencia se produjo algunos meses más tarde, en la ciudad de Châtillon, en donde se enfrentó con su pobreza material. Esto provocó su conversión personal, pues comprendió que Jesús lo estaba llamando a dar su vida al servicio de los pobres. En respuesta a este llamado, Vicente comenzó a responder a las urgentes necesidades que fue descubriendo. Su enfoque fue hacia la persona como un todo, buscando y tratando de ayudar de una manera holística a los que están al margen de la sociedad. Comenzó donde las pobrezas —espirituales, emocionales, físicas, materiales— eran las más urgentes, como se le mostraban en las situaciones concretas.
La pequeña semilla de mostaza, plantada en 1617, hoy se ha convertido en un gran árbol que llamamos la Familia Vicenciana. Está compuesta por asociaciones laicas tanto para hombres como para mujeres, así como Congregaciones de Vida Consagrada de mujeres y hombres. Cuenta con más de 200 ramas con cerca de dos millones de miembros y está presente en 150 países.
Hoy me dirijo a ustedes, que son oficialmente parte de algunas de las ramas, así como a otros que, inspirados por el ejemplo de san Vicente de Paúl, se dedican al servicio de los pobres. Espero que este 400 aniversario del carisma vicenciano, celebrando nuestro servicio a todos los que viven en los márgenes de la sociedad, en las periferias, animará a muchas más personas, especialmente a hombres y mujeres jóvenes, a dar su vida para ayudar a los menos afortunados de sus hermanos y hermanas.
Jesús puso a los pobres en el centro de su misión, en el centro de Su plan de evangelización, en el centro del Reino. Vicente quiso seguir a Jesús por este camino. El punto de inflexión en la vida de Vicente fue cuando comenzó a identificarse con los pobres, cuando comenzó a darse cuenta de su propia pobreza. Cuando Vicente descubrió al pobre en sí mismo, cuando llegó a no decir ya «los pobres», sino que pudo exclamar «nosotros los pobres», se convirtió en un claro signo de que reconoció abiertamente su propia pobreza, sus propias debilidades, pecaminosidad. Desde esa perspectiva, a partir de ese momento, salió a conocer a otros.
De esta manera, la otra persona —la persona espiritual, material, física, mentalmente pobre— se convirtió en parte de él, de su familia, se convirtió en su hermano o hermana. Así, Vicente de Paúl descubrió «el rostro de Jesús» en los pobres y los pobres en Jesús. Esto se convirtió en su tesoro más precioso. Como le dijo a sus hermanos: «¡Qué hermoso es ver a los pobres si los consideramos en Dios y con la estima que Jesucristo los tuvo!». Vicente a menudo comentó: cuando ustedes van a los pobres, allí se encuentran con Jesús. Vivió lo que expresó de una manera tan llamativa por la palabra: «Tu dolor es mi dolor». No importa el campo en el que estamos llamados a servir, sabemos que los pobres son «nuestros amos y señores», que «la caridad de Jesús Crucificado nos urge» a servirles.
Vicente descubrió la unidad inquebrantable entre oración y servicio, los sacramentos y el servicio, los misterios de la fe y el servicio. La Encarnación, la Santísima Trinidad, la Eucaristía y María, se convirtieron en los pilares de su espiritualidad. Las virtudes de la sencillez, la humildad, la mansedumbre, dando prioridad a Jesús y no a las personas y cosas, a la misión, a la salvación de la humanidad fueron las virtudes que Vicente descubrió en Jesús mismo. Se convirtieron en parte de la estructura espiritual que Jesús estaba construyendo en el corazón de Vicente.
El Espíritu de Dios, el Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo, obra, mueve, alienta, provoca fuego dentro de la Iglesia a través de numerosos dones y no deja de asombrarnos y sorprendernos, de llevarnos a la meta de toda la humanidad: el Reino, la vida eterna, la vida en Jesús, con Jesús en felicidad eterna. El Espíritu Santo da vida a diferentes carismas dentro de la Iglesia, diferentes caminos hacia la misma meta.
Un carisma específico significa descubrir un matiz particular en el rostro de Jesús, ser atraído por, inspirado por, llamado a seguir a Jesús, encontrar un lugar en la Iglesia, una manera de servir, vivir la fe, participar en el plan de salvación de Jesús para cada persona singular y para toda la humanidad. Como miembros de la Familia Vicenciana, reflexionamos sobre el rostro de Jesús que Vicente de Paul había descubierto y por el cual se inspiraba. Vemos el rostro de Jesús que cambió su vida, en el que encontró el verdadero significado de su existencia y comprendió la misión a la que estaba llamado a cumplir. Nosotros, como sus seguidores, tratamos de llevarlo a cabo en el aquí y ahora. Vicente de Paúl nos invita a profundizar en nuestras propias vidas, y a animar a otros a descubrir y seguir el «rostro de Jesús» que nos dejó.
El carisma vicenciano es una forma de vida. Como modo de vida dentro de la Iglesia, es un camino hacia la santidad, la santificación de nuestras propias vidas y la de los demás. Podemos llamar a la Familia Vicenciana un movimiento compuesto por personas, que pertenecen tanto a una rama específica de la Familia, así como a aquellos que no pertenecen a una rama específica, sino que se inspiran en el camino de san Vicente de Paúl y lo viven en sus vidas. Este es un movimiento que se inspira en el «rostro de Jesús», descubierto y seguido por San Vicente de Paúl.
San Vicente también nos recordó que «el amor es inventivo hasta el infinito». Espero que podamos seguir buscando formas nuevas y creativas de responder a las necesidades de los pobres. Para este fin y para conmemorar el 400 Aniversario del Carisma Vicenciano, lanzamos durante el Simposio Internacional de la Familia Vicenciana, el próximo mes, dos iniciativas: la Iniciativa Global de la Familia Vicenciana sobre la Falta de Vivienda y el Festival Cinematográfico Vicenciano. Esperamos, como el Santo Padre nos ha invitado en su mensaje para el Primer Día Mundial de los Pobres, añadir estas dos iniciativas a otras contribuciones en la evangelización del mundo de hoy, nuevas aportaciones a la práctica en nuestras vidas de la esencia del Evangelio.
Permítanme dedicar un momento a dirigirme a los jóvenes presentes aquí hoy. Queridos jóvenes, queridos jóvenes de ambos sexos, todos ustedes, que sienten que Jesús los está llamando a ofrecer sus vidas en servicio a Él en los pobres como hermana, hermano o sacerdote, con plena confianza en Él. ¡Sí, Jesús, aquí estoy! Confío en que este 400 aniversario inspirará a muchos de ustedes a seguir los pasos de San Vicente de Paúl.
Que la intercesión de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa y de todos los Santos y Bienaventurados de la Familia Vicenciana nos ayude a continuar esta misión, que no terminará hasta que la «Caridad sea Globalizada», hasta que la Caridad llegue a los rincones más lejanos de la tierra.
P. Tomaž Mavrič, C.M.
Superior General
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