1.- Nos invita a celebrar…
Como el grano de mostaza, la más pequeña de las semillas, crece y se hace árbol donde vienen a revolotear los pájaros… (cf. Mt. 13,31ss), asi es nuestra pequeña historia. Muchos la conocéis bien, otros a medias. Pero, ¿quién o quienes, a estas alturas de la película del mundo civilizado, no ha oído hablar todavía de Vicente de Paúl y de su impulso creativo? Vicente, pequeño de estatura, de origen campesino, pero de mente y de corazón grandes. Ambicioso y buscador de altos cargos… Ordenado de sacerdote con mentiras sobre la fecha de su nacimiento, un día Dios le sale al encuentro, a través de pequeñas cosas de cada día, aparentemente insignificantes.
Folleville y Chatilon, pequeñas aldeas, la primera en las cercanías de Amiens, la segunda cerca de Lión, son dos lugares significativos en la vida de San Vicente. En Folleville, Vicente de Paúl, por encargo de la Señora de Gondi, dama de la nobleza francesa, daba una pequeña misión. El 25 de Enero de 1617 predicaba un sermón sobre la importancia de la conversión y de la confesión general, como expresión significativa de esta conversión. Un buen hombre a los ojos de todo el mundo, manifiesta abiertamente que no era, ni mucho menos, tan bueno y santo como las buenas lenguas del pueblo le acreditaban. Vicente, intuitivo y lúcido, se da cuenta del problema real de la pobre gente del campo, abandonados de sus pastores, que huyen a la ciudad en busca de mejores prebendas y sueldos. Ante esta situación, pone en marcha su imaginación creativa. Animado por la Señora de Gondí, convoca a sacerdotes amigos que le ayuden a misionar sus territorios. Este es el origen de las misiones al pueblo, que, con el tiempo, darán lugar a las misiones populares y a la Congregación de la Misión, que hoy conocemos con distintos nombres según los lugares de emplazamiento: Paúles, vicencianos, vicentinos, lazaristas… Simultáneamente a las misiones populares, Vicente de Paúl forma una red de instituciones que servirán a la formación y renovación del clero: conferencias de los martes, ejercicios espirituales, atención a los nacientes seminarios.
En Chatillon, una familia se muere materialmente de hambre. El recién nombrado párroco organiza una campaña de ayuda a esa familia. Aquella noche sobró de todo en aquella casa. El perspicaz y celoso párroco se da cuenta de que el bien y la caridad hay que organizarlos bien para que sean operativos y sostenibles. Nace así el servicio organizado a los pobres, que exigirá más tarde la correspondiente planificación de las personas que deberían organizar esos servicios de manera permanente. Nacen así las Cofradías de la Caridad. Era, probablemente, el 20 de Agosto de ese mismo año, domingo próximo a la Asunción de la Virgen. Con el tiempo, esas cofradías necesitarán estructuras especiales para darles consistencia y solidez. De este impulso creativo, nacerán, como de su propio peso, las Damas de la Caridad, hoy conocidas como Asociación Internacional de la Caridad (AIC) y las Hijas de la Caridad.
El año 1617 queda marcado para siempre en la historia viva de San Vicente y en el multiforme mundo de instituciones sociales y eclesiales que beben de este mismo espíritu evangélico, que llamamos familia Vicenciana. Su fuerza creativa y transformadora constituye lo que denominamos espíritu o carisma vicenciano. Su origen, lejano en el tiempo, no ha extinguido todavía su fuerza expansiva. Más allá de las instituciones que, legalmente, llevan su sello, hoy, hasta 300 instituciones, según los expertos, incluidas entre ellas algunas de otras denominaciones cristianas, se inspiran en su impronta y participan de la alegría de su carisma. Todas ellas confirman a Vicente de Paúl como el Gran Santo del gran siglo francés y el patrono universal de todas las obras de Caridad de la Iglesia.
Todo esto conmemoramos en este 400 aniversario de la Fundación del Carisma Vicenciano. Y la entera Familia Vicenciana lo celebra con inmensa alegría.
2.- Nos envía a anunciar la Buena nueva del Evangelio a los pobres de aquí y de hoy.
Seguro que Vicente enrojecería al atribuirle tan altas condecoraciones verbales, consciente de su pequeñez, pero reconocería que Dios y su Providencia habían estado grande con él y con sus humildes iniciativas. La pequeñez de su pobre persona sólo habría sido un obstáculo a los planes de Dios sobre él y sobre su pequeña compañía. Nos contaría de una manera sencilla como había surgido todo, sin haberlo pensado premeditadamente. y nos susurraría al oído que debemos estar siempre atentos a las llamadas de la Providencia.
Hoy, 400 años después, en un mundo desarrollado, con capacidad para que todos vivamos con la dignidad de los hijos de Dios, aparecen mil formas de pobrezas nuevas, tan sangrantes como las que conoció Vicente en su tiempo. Como él, todos nosotros somos convocados a dar respuesta al reclamo evangélico “Fui forastero y me acogiste”, fuerza motriz de las celebraciones viccencianas de este año, que nos empuja a salir a las calles y periferias de nuestra sociedad y escuchar el grito desgarrador de los sin techo, sin voz, sin futuro y sin esperanza.
Sus métodos no serán los nuestros, porque han cambiado muchas cosas, pero el calor humano y la presencia viva entre los pobres nos irán inspirando en cada momento y circunstancia nuestra manera de sentir, de ver, juzgar y actuar. Es la presencia activa y creativa la que nos ira inspirando en cada situación el acompañamiento transformador que debemos dar a los a los desheredados de nuestra sociedad.
El Simposio internacional que la Familia Vicenciana va a celebrar en Roma el próximo mes de Octubre tiene este doble sentido: dar gracias a Dios por haber inspirado a Vicente de Paúl el celo apostólico que dio origen a una de las mayores transformaciones sociales y caritativas de la Iglesia, y, a la vez, avivar este fuego, en forma de iniciativas, métodos e instituciones adecuadas para dar respuestas a los nuevos retos que plantea nuestra sociedad.
Todavía tenemos este mismo año ocasiones especiales para avivar el fuego de la caridad que da origen y sentido al carisma vicenciano. El 11 de Noviembre próximo, en la Basílica de la Milagrosa de Madrid, 60 miembros de la Familia Vicenciana serán declarados mártires de la fe. Hay entre ellos Misioneros Paúles, Hijas de la Caridad, pero también miembros seglares de todas las ramas de la Familia Vicenciana. Ellos vivieron tiempos difíciles, tiempos de odio y de persecución religiosa de la guerra civil española. Pero Dios les mantuvo firmes hasta el final, hasta dar la vida por Cristo y perdonar a aquellos mismos que les sacrificaban, y a los que, previamente, habían servido, como el Maestro. Que su entereza y ejemplo sean referentes de nuestra fuerza para afrontar los retos del servicio valiente y creativo que nos exigen nuestros pobres de aquí y de ahora.
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