Carta del Superior General con motivo de la fiesta de san Vicente de Paúl

por | Sep 22, 2017 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Como es habitual por estas fechas, el Superior General de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad, envía a toda la Familia Vicenciana una reflexión con ocasión de la fiesta de san Vicente de Paúl, el próximo 27 de septiembre:

Roma, 20 de septiembre de 2017

A todos los miembros de la Familia vicenciana

Carta circular para la fiesta de san Vicente de Paúl

«HACIA UNA CULTURA RENOVADA DE LAS VOCACIONES A LA VIDA CONSAGRADA»

Mis queridos hermanas y hermanos,

¡La gracia y la paz de Jesús estén siempre con nosotros!

En este año jubilar del 400º aniversario del carisma vicenciano, tenemos muchos motivos para dar gracias al Señor.

Un motivo por el que debemos dar gracias a Jesús, es por la entrega de millares y millares de miembros de las diferentes ramas de la Familia vicenciana que, a lo largo de los 400 años de historia, han mantenido el carisma vivo hasta nuestros días. Por la gracia de Dios, nos lo han transmitido de generación en generación. Millares de ellos han alcanzado el estado de santidad, algunos están reconocidos oficialmente por la Iglesia como beatos o santos. Todos están ahora en el paraíso, desde allí interceden por nosotros y nos acompañan en el camino de la vida, en nuestra propia peregrinación hacia la unión total y eterna con Dios.

Al abordar la pastoral de la promoción de la vocación a la vida consagrada en la Familia vicenciana y pensando en su futuro, así como en el del carisma vicenciano como tal, es de suma importancia, la profundidad de nuestro compromiso personal, de nuestro celo y de nuestra convicción. Deseo que uno de los frutos concretos del año jubilar del 400º aniversario de nuestro carisma sea “una cultura renovada de las vocaciones a la vida consagrada”. Por cultura de las vocaciones a la vida consagrada, entiendo un ambiente en el que las vocaciones a la vida consagrada crecerán naturalmente, en el que la respuesta a la invitación  de  Jesús,  “sígueme”, será aceptada y no considerada como una opción de vida extraña o censurable. Queremos crear un entorno en el que sea “normal”, y no “anormal”, para todo joven decidir seguir a Jesús, en nuestro caso concreto, siguiendo los pasos de Vicente de Paúl en una de las ramas de la vida consagrada en el seno de la Familia vicenciana.

Cuando hablo de una cultura renovada de las vocaciones a la vida consagrada en general, soy muy consciente de que, en numerosas regiones del mundo, tal cultura ya está presente. Sin embargo, en otros lugares, la sociedad no es favorable en absoluto a la promoción de las vocaciones a la vida consagrada; a menudo se opone a ella, utilizando diversos medios para minar tal entorno.

En mi carta del 25 de enero de 2017, al comienzo del 400º aniversario del carisma vicenciano, invité a todos los miembros de la Familia vicenciana a una acción muy concreta; es decir, que cada miembro debe llevar un nuevo candidato a una de las ramas de la Familia vicenciana. Desde entonces, ha transcurrido un poco más de la mitad del año, y al celebrar la solemnidad de nuestro Fundador, cada uno de nosotros puede responder individualmente a las siguientes preguntas:

  • ¿Cómo he respondido hasta ahora a esta invitación?
  • ¿En qué medida me he comprometido durante la primera mitad del año jubilar en este aspecto?
  • ¿He animado a alguien a comprometerse en una de las ramas de la Familia vicenciana, ya sea en una de las Congregaciones femeninas o masculinas de vida consagrada, o en una de las ramas laicas?

Al entrar en la segunda mitad del año jubilar, renuevo con fervor esta invitación a cada miembro de la Familia vicenciana, esta vez concretamente orientada hacia la vida consagrada, una invitación a realizar todos los esfuerzos posibles para ayudar a los jóvenes a responder a la llamada de Jesús. Quisiera subrayar muy especialmente este objetivo al celebrar la solemnidad de san Vicente de Paúl, en este 400º aniversario del carisma vicenciano. Pido a cada miembro de la Familia que esté abierto y haga todo lo posible por animar a un joven a discernir, por medio de la oración, el contacto personal y el acompañamiento, según las posibilidades, si siente que Jesús le llama a la vida consagrada.

Numerosas personas en la Familia vicenciana trabajan sin descanso al servicio de la promoción de las vocaciones y estoy convencido de que, durante este año jubilar, ya hemos visto  o  veremos  frutos  concretos,  al  comprobar  que  nuevos  candidatos  abrazan  la  vida consagrada, más específicamente en una de las Congregaciones de la Familia vicenciana. Por eso, les doy las gracias desde el fondo del corazón. El mismo san Vicente sería de esta opinión:

“Doy gracias a Dios por los actos extraordinarios de devoción que piensan ustedes hacer para pedirle a Dios, por intercesión de san José, la propagación de la compañía. Ruego a su divina bondad que los acepte. Yo he estado más de veinte años sin atreverme a pedírselo a Dios, creyendo que, como la congregación era obra suya, había que dejar a su sola providencia el cuidado de su conservación y de su crecimiento; pero, a fuerza de pensar en la recomendación que se nos hace en el evangelio de pedirle que envíe operarios a su mies (Cf. Lucas 10,2), me he convencido de la importancia y utilidad de estos actos de devoción”. (SVP V, 439. Carta 2040 a Esteban Blatiron, Superior de Génova, 12 de noviembre de 1655.)

Para renovar la cultura de las vocaciones en la vida consagrada, quisiera sugerir centrar la atención en los tres grupos siguientes:

•  Los miembros de las ramas de la vida consagrada en la Familia vicenciana

Al señalar este punto, soy muy consciente de que no digo nada nuevo. El tema de la vida consagrada ha sido muy abordado y subrayado a lo largo de la historia de la Iglesia. Así pues, quisiera simplemente añadir mi voz y lanzar al mismo tiempo una nueva llamada a todos los miembros de las Congregaciones de la vida consagrada en la Familia vicenciana a trabajar sin descanso en la renovación de una cultura de las vocaciones a la vida consagrada.

Como miembros de una rama de la vida consagrada en la Familia vicenciana, nuestra prioridad debe ser asumir la responsabilidad de la pastoral vocacional y continuar construyendo una cultura de las vocaciones a la vida consagrada. Para cada hermana, hermano, sacerdote, diácono, seminarista y novicio, esto debería ser un signo visible y esencial del amor por el carisma que hemos heredado, por la Congregación de la que somos miembros, por la Iglesia, por el Reino.

· Los miembros de las ramas laicas de la Familia vicenciana

Hace algunos meses, un responsable internacional de una rama laica de la Familia vicenciana contactó conmigo y me hizo una proposición orientada a animar a todas las ramas laicas de la Familia vicenciana a participar activamente o a continuar participando en la promoción de la cultura de las vocaciones a la vida consagrada en las Congregaciones de la Familia vicenciana. Este miembro laico expresó esta iniciativa en estos términos: “Ustedes, hermanas, hermanos y sacerdotes de la Familia vicenciana, han hecho y hacen mucho por los laicos. Nos gustaría hacer algo por ustedes a cambio”. ¡Qué maravilloso ánimo, apoyo e iniciativa por parte de un miembro laico de la Familia vicenciana!

Quisiera invitar y animar individualmente a cada miembro de una rama laica de la Familia vicenciana a continuar comprometiéndose o a comprometerse activamente en el desarrollo de una cultura de las vocaciones, más especialmente para las diferentes Congregaciones de la Familia vicenciana. Esto será signo claro de que la puesta en marcha de una cultura de las vocaciones a la vida consagrada no está reservada exclusivamente a las personas comprometidas en ella – hermanas, hermanos, sacerdotes, diáconos, seminaristas y novicias – sino que todos los fieles de la Iglesia, todos los miembros de la Familia vicenciana, tanto los laicos como los consagrados, son responsables de ella.

El enfoque, las maneras de participar, a veces pueden ser diferentes de una rama a otra, pero el objetivo sigue siendo el mismo: nosotros, como Familia vicenciana, participamos todos en la puesta en marcha de una cultura de las vocaciones a la vida consagrada. ¿Cómo puede participar una rama laica concretamente en esta tarea?

  • Orar regularmente, individualmente o en grupo, pidiendo nuevas vocaciones a la vida consagrada.
  • Estar atentos a los signos que indican que quizás Jesús llama a un joven o a una joven a seguirle como hermana, hermano o sacerdote, y animarle en esta dirección.
  • Al hablar con los jóvenes, presentar esta opción de la vida consagrada como una opción muy concreta. Cuando hablamos del matrimonio, también debemos hablar de la vida consagrada, para que ellos la consideren como una opción muy normal, una llamada normal y una respuesta normal a un compromiso de

Este año jubilar es una excelente ocasión de continuar o de comenzar a animar iniciativas renovadas o nuevas. Las ramas laicas de la Familia vicenciana, juntas, pueden crear un ambiente, una cultura, que será receptiva a la llamada a la vida consagrada como una respuesta normal para realizar la misión confiada. Las ramas laicas viven el mismo carisma y la misma espiritualidad. Son un medio natural donde nacen nuevas vocaciones a la vida consagrada.

• Las personas de fuera de la Familia vicenciana

La cultura de las vocaciones a la vida consagrada no está limitada únicamente a la Familia vicenciana, sino que debe ser realizada, renovada o emprendida en toda la sociedad para hacer de la vocación una opción normal y lógica, entre otras opciones, en respuesta a la invitación a seguir a Jesús en su misión. A nivel de la Congregación, una de las formas en las que tratamos de comprometernos y de participar en la renovación de la cultura de las vocaciones a la vida consagrada, es desarrollar los medios de comunicación digitales y sociales, poner en marcha iniciativas y enfoques nuevos o renovados para transmitir el mensaje a un número de personas lo más amplio posible.

Cuando nos preparamos para celebrar la solemnidad de san Vicente de Paúl en este año jubilar del 400º aniversario del carisma vicenciano, continuemos comprometiéndonos a poner en marcha la cultura de las vocaciones a la vida consagrada en todos los lugares donde servimos. Contamos con nuestras propias capacidades, pero siempre con un compromiso total y un fuego interior, de manera que nuestro amor por el servicio pastoral de la promoción de nuevas vocaciones sea siempre “afectivo y efectivo”.

Demos gracias a Dios por todas las vocaciones a la vida consagrada que recibimos de las manos misericordiosas de Jesús, pues, a fin de cuentas, es su misericordia hacia las diferentes Congregaciones de vida consagrada en la Familia vicenciana lo que hace posible este milagro. Como nos recordó San Vicente:

“Aprecie usted mucho el honor que le ha hecho de escogerla entre mil para derramar sus favores sobre usted y por medio de usted sobre sus miembros afligidos, y agradézcaselo muchas veces en espíritu de humilde gratitud, tal como le pido que se lo conceda. Si de verdad arraiga en su alma ese sentimiento de gratitud, irá aumentando en usted el deseo de agradar únicamente a Dios y la preocupación de ofrecerle todas sus acciones”. (SVP V, 583 ; Carta 2152 a Sor Francisca Ménage en Nantes, el 17 de mayo de 1656.)

Que Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, san Vicente de Paúl y todos los Beatos y Santos de la Familia vicenciana intercedan por nosotros en esta iniciativa. ¡Les deseo una muy feliz fiesta! ¡Continuemos rezando los unos por los otros!

Su hermano en san Vicente,
Tomaž Mavrič, CM Superior general

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