En Alhucemas nos despedimos muy pronto de los chicos. No sabemos cómo hacerlo, nos sentimos perdidos. Hasta en la despedida Dios nos da fuerzas, se hace presente en nosotros y nos da impulso… Dejamos atrás una bendición de casa con unos chavales que son un regalo del Padre. Estamos seguros de que algún día volveremos al sitio donde tanto nos marcó, volveremos a Dar Hassalam, Casa de La Paz, donde la paz y la fraternidad son un hecho…
Último día de servicio en Nador, de una peregrinación que va llegando a su fin. Hoy toca quedarnos en la casita con los convalecientes, intentamos que aprendan algo de español en esos días que están en la casa. Es una mañana un poco triste, ya que uno de los chicos, ya recuperado, vuelve al monte. La desazón de no saber que será de su vida es horrorosa. Queremos confiar con todas nuestras fuerzas en que llegará sano y salvo a España, pero la dura realidad es que probablemente nunca lo sabremos.
Después de las clases y de compartir unas partidas de juegos de mesa, toca despedirse del resto de los chicos. Nos agradecen sin cesar el tiempo que hemos pasado con ellos, sin saber que en realidad los agradecidos somos nosotros por la lección de vida y de valentía que nos enseñan.
Toca hacer las maletas y poner rumbo a la frontera, no sin antes despedirnos de los que trabajan incansables en Nador día a día. Su ejemplo de entrega y de amor por el pobre nos ha dejado huella. Cuando empezamos el viaje, no podíamos ni imaginar que el Reino de Dios podía ser una Darheria llena de enfermos olvidados, o un monte lleno de migrantes desarraigados, pero en cada uno de esos sitios hemos sentido que pisábamos tierra sagrada. Nos sentimos agradecidos por poder pasar de puntillas por esas vidas a las que solo tu sabrás que les depara el futuro. Para nosotros ahora, tiempo de recopilar en la mente y recordar con el corazón los momentos vividos, de manera que seamos testigos del «Courage» de nuestros hermanos que sufren a espaldas de un mundo que los ignora.
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