Is 56, 1.6-7; Sal 66; Rom 11, 13-15.29-32; Mt 19, 13-15.
“Mujer, ¡qué grande es tu fe!”
¡Mujeres, benditas mujeres que el Dios mismo quiso una para ser madre de su Hijo!
Las mujeres, en la cultura judía, eran un “cero a la izquierda”. En el libro del Levítico, al establecer las tablas para el rescate de las personas, señala que, en dinero, una mujer vale exactamente la mitad que un varón. Y el rabinismo de la época de Jesús repetía tercamente que mucho mejor sería que la ley desapareciera entre las llamas antes que ser entregada a las mujeres.
Sin embargo, Jesús rompe este tipo de “paradigmas” y no solamente se deja acompañar por mujeres como discípulas, sino que las reconoce, las empodera, les da su lugar en la sociedad y las reconoce con la misa dignidad y derechos de los hombres.
Para Jesús, las mujeres son pieza clave para instaurar el reino de Dios en la tierra. Y lo hizo en primer lugar con su misma madre la virgen María, con María Magdalena, con las hermanas de Lázaro, etc, etc. Para San Vicente de Paúl, también las mujeres recobraron su lugar y participación en la misma Iglesia.
¿Qué haríamos en la Iglesia sin las mujeres firmes y comprometidas con su fe en Jesús?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Servando Sánchez Ayala, cm
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