¿Somos lo suficientemente visionarios para servir?

por | Jul 31, 2017 | Formación, John Freund, Reflexiones | 0 Comentarios

¿Somos lo suficientemente visionarios para servir?

Dos citas rápidas alimentan la reflexión de esta sexta sección de la serie de reflexiones sobre el servicio a los marginados, del P. Jim Cormack, CM.

La primera es de Helen Keller, probablemente la persona ciega más reconocida que haya vivido. «¿Qué sería peor que nacer ciego? Tener vista sin visión».

La segunda, atribuida a fuentes varias, es la pregunta que el niño le hizo al gran escultor Miguel Ángel. «Oye, señor, ¿cómo supiste que había un león en esa piedra?”

Un jesuita de Malta respondió a la pregunta: «Yo sabía que había un león en el mármol, porque antes de ver el león en el mármol, lo vi en mi corazón. El secreto está en que fue el león en mi corazón el que reconoció al león en el mármol».

Vicente y Luisa vivieron de la visión que veía la dignidad de la persona humana en el menor de sus hermanos y hermanas.

Se reconocieron en sus hermanos y hermanas.

Ambos estaban dispuestos a comprometerse con el trabajo duro y a sufrir el dolor de ser personas que tenían esa visión.

El P. Cormack escribe:

6) Personas de visión

Hay más preguntas que hacerse en este asunto del servicio.

  • ¿Somos lo suficientemente visionarios para servir?
  • ¿Somos capaces de operar no tanto con respuestas o incluso con programas, por necesarios que sean, sino con visión, con esperanzas y sueños?
  • ¿Podemos vislumbrar, en los momentos de reflexión y oración, el reino que Dios nos llama a crear?

La vida nos enseña enseguida la brecha entre las esperanzas y la realidad; pero un siervo de los pobres nunca admite que la brecha no pueda ser reparada. El que está llamado a servir dice que el reino está siendo construido, aunque sea aún incompleto. Las personas de visión nos llevan a donde debemos ir. Él o ella no nos deja perdidos en el quebrantamiento, el dolor o el tedio del ahora. Nos unen y nos llevan hacia adelante.

La visión, estas esperanzas y sueños, deben ser alimentados, o se evaporarán poco a poco. Un pueblo sin visión, un servidor sin esperanza, no puede perdurar; se hacen pedazos y se desintegran. A través de la oración, podemos mantener las esperanzas y los sueños frescos y vivos. La oración es ese tiempo con la Fuente, la presencia en el lugar donde no se hace nada, pero todo se concibe. ¿Nos preguntamos sobre todo lo que es y lo que podría ser, todo lo que no podemos entender o controlar? Los amigos que sueñan y esperan con nosotros, que comparten su propia comprensión y visión, pueden revitalizarnos. Disminuir de vez en cuando, cambiar de lugar para recordar cuánto más podría haber en un futuro, puede alimentar nuestros espíritus. ¿Elegimos tocar lo bueno y lo grande de estar vivos, de sentir y de saber? POr difícil y peligrosa que la vida pueda ser, vivirla de todo corazón, sea llorando como riendo, cayendo y levantándose de nuevo, puede nutrir la vida, las esperanzas y los sueños.

¿Estamos dispuestos a sufrir el dolor de ser personas de visión? A menudo tenemos que soportar no sólo la risa de los que no pueden creer, sino peor, los despidos corteses de aquellos que saben más. Visiones y visionarios nos llevan a donde debemos ir, pero el viaje nunca termina. Clamamos una y otra vez por justicia. Respondemos una y otra vez a las críticas de los pobres y a su comportamiento cuando no se adapatan bien. Nadie acepta. Seguimos llamandos. Todo el mundo piensa que somos tontos, poco realistas, sin éxito. Aún así hablamos de lo que podría ocurrir si vivimos lo que creemos sobre ser el Cuerpo de Cristo, de lo que algún día el reino de Dios podría traer.

Esto nos lleva a considerar si podemos vivir, trabajar y permanecer en paz, aunque no vivamos en el tiempo de la cosecha. No sólo los demás nos rechazan, sino que a menudo nuestros esfuerzos parecen no ir a ninguna parte, no ayudar a nadie, no cambiar nada. A los que ayudamos, se van. Nunca llegamos al término, a menudo estamos demasiado ocupados, a veces no somos más que proveedores y no personas. Lo que valoramos y atesoramos más, es ignorado o mal entendido. Trabajamos y trabajamos bien, y nuestra recompensa es simplemente más trabajo. Por supuesto, lo que acabo de decir es exagerado, porque hay personas que están agradecidas y dan apoyo. Sin embargo, el desafío al celo apostólico es confiar en que sólo Dios puede pagar algunas cosas, y sólo en el tiempo de Dios. Podemos plantar y regar y nunca ver el crecimiento. ¿Podemos confiar y seguir adelante? Dios, seguramente y con tiempo, hará producir lo prometido, lo que nuestros sueños nos dicen que debe ser.

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