Recuerdo todavía aquel mes de agosto de 2015, en plena Asamblea Interprovincial, en la tarde después de la cena, seguíamos el telediario, y para nuestra sorpresa vimos la primera ola de migrantes arribar a Alemania.
Hay que subrayar que, casi todos ellos huían de la guerra que azota Siria; pasando por Turquía, se concentraron todos en Grecia –puerta de entrada a Europa- luego fueron transferidos a Atenas. Les faltaba todavía recorrer unos 600 km. para alcanzar la localidad de Idomeni. Idomeni se encuentra a 75 km. de Tesalónica y comparte frontera con Macedonia que los griegos llaman Skopia. En Idomeni permanecían unas horas, e incluso días, antes de continuar su periplo hacia el resto de Europa; no obstante, debían cumplir algunas formalidades administrativas antes de atravesar la frontera.
Ante esta tragedia, nosotros, los padres Vicencianos no podíamos quedarnos indiferentes, teniendo en cuenta que somos los únicos en esta parte de Grecia que representamos a la Iglesia Católica.
Teníamos que organizarnos cuanto antes para responder a las necesidades básicas de estos migrantes. Hicimos campaña de ayuda en la parroquia para recolectar vestidos y alimentos, con los voluntarios íbamos a Idomeni todos los días para llevarlos a la gente. Aun así, nos dábamos cuenta, que la llegada masiva de migrantes procedentes no sólo de Siria sino también de Irán, Pakistán y África del norte, hacía insignificante nuestro esfuerzo; era como una gota de agua que cae al mar.
En tiempo record se pasó de un centenario de migrantes por día a dos mil, luego cinco mil, siete mil, hasta alcanzar la cifra record de más de diez mil migrantes por día. De frente a esta masa incontenible, había que hacer algo y contábamos con la ayuda de la Divina Providencia.
Caritas Grecia y Caritas Internacional llegaron en nuestra ayuda y así pudimos instalar sanitarios y duchas en Idomeni, igualmente dos contenedores: uno para la ropa y otro para los alimentos.
Desde agosto de 2015 a junio de 2016, en los dos microbuses con que cuenta la parroquia, íbamos a Idomeni a diario con, entre 8 y 15 voluntarios. Su trabajo consistía en reunir alimentos variados para formar un paquete (frutas, dátiles, queso, galletas, chocolate…) El trabajo estaba repartido así: un equipo armaba los paquetes de alimentos, otro los distribuía a los migrantes cuando descendían del bus; un tercer equipo se ocupaba de la distribución de alimentos y calzado, otro apoyaba el trabajo de cocina en coordinación con otros organismos.
Ya cerca el invierno surgía la inquietud: ¿podremos perseverar? ¿continuarían los voluntarios dando su apoyo para este trabajo exigente? Por suerte pudimos una vez más contar con la Divina Providencia porque los voluntarios llegaban, incluyendo jóvenes valientes que iban como equipo los domingos a Idomeni. A pesar del frío invierno, los voluntarios y los jóvenes trabajaban en tónica de gozo. Todos nos admirábamos por el trabajo realizado, todos daban más de lo esperado hasta regresar a Tesalónica después de ocho o diez horas de trabajo. Los jóvenes se ingeniaban para entonar cantos populares de su tierra para ofrecer alegría y sonrisas a los migrantes. ¿Dónde encontraban aquel gozo y fuerza? Seguro en estas palabras de San Vicente: “los pobres son nuestros amos y señores”.
Cada día ofrecíamos todo ese esfuerzo al Señor y pedíamos fuerzas para retomar el camino al día siguiente, recorriendo los 75 km. que separan Tesalónica de Idomeni. El trayecto se hacía a veces bajo la lluvia o la nieve. En una ocasión tuvimos el honor de recibir al cardenal Luis Antonio Tagle, responsable de la Caritas Internacional, fuimos con él a Idomeni y allí constató la realidad poniéndose también manos a la obra por ocho horas.
En la casa de la comunidad albergamos un sacerdote y un diácono, ambos de Siria, que necesitaban recobrar fuerzas, obtener sus documentos y seguir el camino hacia Alemania. Su testimonio era impactante: casi toda la gente de su región de origen fue exterminada y tuvieron que abandonar la tierra.
En mayo de 2016 la frontera entre Grecia y Macedonia fue cerrada por dos semanas. Las tensiones crecieron entre los migrantes y las autoridades, pues algunos querían atravesar la frontera a la fuerza. Incendiaron el campo y ya ningún voluntario podía entrar, las autoridades decidieron ubicar los migrantes en campamentos en Tesalónica y villas contiguas, lo que hizo aumentar las tensiones.
Para el momento el campamento de Idomeni contaba con unos 13 000 migrantes. Los que lograban evadirse del campamento se reunían en los bordes de la carretera que lleva a Tesalónica; allí les entregábamos emparedados y otros alimentos. Surcábamos la ruta todo el día tratando de ayudar al máximo. Con la destrucción del campamento muchos soportaron hambre varios días.
El trabajo dentro y fuera de los campamentos de migrantes, después de su desplazamiento de Idomeni.
Unos 27 campamentos fueron instalados en Tesalónica y villas circundantes, y así terminó el trabajo de los voluntarios tras un trabajo laudable y notorio. Entre ellos escogieron a unos cuantos para distribuir frutas y verduras a diario en los 7 campamentos.
Actualmente el Estado se ocupa de la alimentación de los migrantes, nuestro rol es más de ayuda moral y psicológica. Visitamos los campamentos, tratando de reconfortar a quienes están atribulados o han sido abusados.
Ahora cooperamos con las hermanas de la Madre Teresa que actualmente albergan más de veinte mujeres y niños sirios. Cada viernes voy con dos de las hermanas hacia las 6 a.m. al vasto mercado internacional de legumbres y frutas, nos presentamos ante cada puesto de venta y recibimos donaciones generosas. Las hermanas se encargan del acopio, y yo organizo todo en la camioneta. Con los alimentos donados atienden la veintena de migrantes que albergan. Ocasionalmente hacemos una barbacoa para compartir con ellos.
Las Hijas de la Caridad nos cedieron un apartamento para albergar por un tiempo a una familia siria cristiana. A nivel de la parroquia habíamos alojado un joven que había sido amenazado en un campamento.
Es con la ayuda del Señor que nos mantenemos en ese servicio.
Autor: P. Agapit Ebiagena, CM
Fuente: http://cmglobal.org/
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