2 Cor 8, 1-9; Sal 145; Mt 5, 43-48.
“Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen y recen por los que los persiguen y calumnian”
Jesús puso en cuestión la violencia como método. Es cierto que si respondemos al violento con violencia, podemos terminar siendo tan violentos como aquel a quien pretendíamos combatir. La palabra evangélica sobre el amor al enemigo debe ser tomada muy en serio. No se puede manipular, no se debe abusar de ella. Por una parte, el evangelio no nos dice que no tengamos enemigos, sino que teniéndolos, seamos capaces de amarlos. Es decir, el evangelio no rehuye el conflicto.
No crea la lucha, ni siquiera la fomenta. La acepta y pretende orientarla en el amor.
Hay una profunda convicción en Jesús. Al mal no se le puede vencer a base de odio y violencia. Al mal se le vence sólo con el bien, sólo con el amor. Como decía Martín Luther King “el último defecto de la violencia es que genera una espiral descendente que destruye todo lo que engendra. En vez de disminuir el mal, lo aumenta”.
Jesús insiste en la cordialidad no sólo ante el amigo o la persona agradable, sino incluso ante quien nos rechaza. Recordemos unas palabras suyas que revelan su estilo de ser: “Si saludas sólo a tus hermanos, ¿qué haces de extraordinario?”
Señor ayúdanos a ser constructores de Paz.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Blanca López Leija, HC
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