Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote
Is 52, 13-53, 12; Sal 139; Lc 22,14-20.
“Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes…”
Terminado ya todo el ciclo de la Pascua, esta fiesta nos invita a mirar atrás en conjunto, y dar gracias a Dios por esta doble donación, el sacerdocio de Cristo y la participación en ese sacerdocio por parte de la comunidad y, de modo especial, de los ministros ordenados.
Cantamos las alabanzas de Cristo como nuestro Mediador y Sacerdote: “Para gloria tuya y salvación del género humano, constituiste a tu Hijo único Sumo y Eterno Sacerdote”. A la vez nos alegramos de que Dios haya querido hacernos partícipes del sacerdocio de Cristo. Esta participación es doble: El sacerdocio común a todos los fieles que se han incorporado a Cristo por el Bautismo; y el sacerdocio ordenado de los presbíteros y obispos.
Un día como hoy pero de 1848 murió un laico que fue capaz de vivir su sacerdocio bautismal de una manera comprometida con el servicio a los más pobres, el Dr. Manuel Andrade y Pastor. En este año que celebramos los 400 años del carisma vicentino hacemos mención de él a quien debemos la llegada de las Hijas de la Caridad y de los Misioneros Vicentinos a tierras mexicanas en 1844. Él fundador de la Sociedad de San Vicente de Paúl en nuestro país. Manuel Andrade es un ejemplo para nosotros de un cristiano inquieto por construir una sociedad de oportunidades para los pobres.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Blanca López Leija, HC
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