Hch 14, 5-18; Sal 113B; Jn 14, 21-26.
Lee con atención el versículo 23: “Si alguno me ama, cumplirá mis mandamientos, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos en él nuestra morada”.
¿Recuerdas la casa de la que hablábamos ayer, la casa del Padre, donde Jesús quiere que vivamos? Pues hoy nos da más detalles al respecto. Detalles sorprendentes.
La novedad es ésta: Esa casa podemos ser nosotros. “Vendremos a él y haremos en él nuestra casa, nuestro hogar”. Sólo tenemos que abrirle la puerta: “Si alguno me ama, cumplirá mis mandamientos…”.
El amor del Padre y el amor de Jesús son como los peregrinos de Belén: buscan hospedaje en tu corazón. Quieren acurrucarse en ti y darte calor y hacerte sentir amado. Quieren que tu vida sea su casa, una casa abierta al amor y a la esperanza, al perdón y a la acogida. Una casa donde todos puedan encontrar el descanso que tú encontraste, al abrirles a Ellos la puerta.
El amor del Padre, el amor de Jesús quieren que tu vida sea su hogar; un hogar donde haya pan para todos, y palabras bondadosas, amistad y risas, y llanto con esperanza, y serenidad, oración y solidaridad, ternura y compasión.
¡Qué locura de amor!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón Soltero, cm
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