Hch 6, 1-7; Sal 32; 1Pe 2, 4-9; Jn 14, 1-12.
“Voy a prepararles un lugar”
«Volveré para llevarlos conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes”. Estamos en el mismo texto de ayer, el mismo discurso de despedida donde Jesús les manifiesta, sin velos, su amor a los apóstoles y les pide mantenerse firmes en el amor a él. Les habla (nos habla) de una casa grande y ventilada, la casa de su Padre, con muchas habitaciones donde entra el sol cada mañana y donde el ambiente que se respira está cargado de ternura, como el aire cuando están horneando pan. Una casa alegre, con geranios en los balcones y helechos en los corredores sombreados y frescos. La casa de su Padre (por lo tanto su propia casa) donde va a ir a prepararnos un lugar porque quiere que sea nuestra casa para siempre, porque quiere que donde él esté, estén también todos aquellos a quienes ama (tú y yo…).
Jesús quiere llevarte (ya desde ahora) al corazón de su Padre, a su casa, a su atmósfera, donde quedarás envuelto en un torbellino de amor, sumergido en un océano de ternura. Y quiere también que tú y que yo vivamos en este mundo de tal manera que, aunque sea a pasitos cortos, todos los hombres y mujeres vayan sintiendo lo que es vivir en el abismo de infinito amor del Padre.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón Soltero, cm
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