Reflexión:

1. Cuando, en agosto de 1648, estalló en Paris la revuelta de la Fronda, Luisa de Marillac estaba pasando unos días en el palacio de su amiga la duquesa de Liancourt, y espantada escribe a las Hermanas de la Casa: “Les ruego que durante algún tiempo haya siempre una o dos Hermanas ante el Santísimo Sacramento para tratar de ayudar a tantas almas buenas a aplacar la ira de Dios sobre nosotros” (c. 254). Es uno de los fines que tiene la presencia de Jesucristo en medio de la comunidad: poder visitarle fácilmente para pedirle ayuda en las necesidades.
2. No solo para pedirle ayuda, también para visitarle, como lo hace los amigos. Este ideal estaba tan grabado en el corazón de santa Luisa que inculcaba a las Hermanas que, en los viajes, cuando la diligencia o el barco se detenía en un lugar visitasen al santísimo Sacramento en la iglesia más cercana. Y si no se detenían, pero veían una iglesia, saludasen a Jesús que estaba en el sagrario (c. 161, 171; E 45, 50, 75).
3. Asimismo, santa Luisa exigía que la comunidad asistiera a Misa todos los días, a no ser que se lo impidiese el servicio a los pobres, y no poder hacerlo lo consideraba un obstáculo para hacer una fundación. “Si hubiera que permanecer (en el castillo de Bicêtre, donde las Señoras habían trasladado a los niños), sería necesario que se celebre todos los días la Misa en la Capilla”. Pues las Señoras “no quieren que se les diga la Misa en casa, sino que las Hermanas vayan a oírla a Gentilly. ¿Y qué harán los niños entre tanto?” (c. 99, 203)
4. Sin embargo, aunque tiene una mentalidad clara de lo que es la teología del Concilio de Trento sobre la Eucaristía, da la impresión de que, a veces, considera la Misa como una devoción más, aunque la más importante.
5. Las advertencias de santa Luisa es urgente tenerlas en cuenta hoy, pues hay peligro de considerar también nosotros la “Misa” como una devoción más. Unos no van a Misa porque no les apetece, y para ir de mala gana, es preferible no ir. Sin embargo, las cosas obligatorias hay que hacerlas aún sin ganas. Ojalá vayamos a Misa de buena gana para mostrar a Dios que le queremos, y participar del acto más sublime de la humanidad como es el sacrificio de Cristo que redime al mundo.
6. Otros dicen que no van a Misa porque para ellos eso no tiene sentido. ¿Cómo va a tener sentido si tienen una lamentable ignorancia religiosa? A nadie puede convencerle lo que no conoce. Pero una joya no pierde valor porque haya personas que no saben apreciarla.
7. Por otra parte, también nos dice que visitemos a Jesús en el Sagrario, que su presencia es para tomar posesión del lugar, de la tierra, del mundo, para que acudamos a Él y le manifestemos nuestros sentimientos, para decirle que somos amigos, hermanos y que nos queremos. Es para pedirle la ayuda que tanto necesitamos en estos tiempos de pobreza, miseria, guerras y violencia.