Morir como muere Jesús en la cruz

por | Abr 5, 2017 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Obedeciendo a Dios y cumpliendo su palabra, muere Jesús en la cruz.  Asimismo debemos morir los cristianos.

No rara vez oímos:  «Cual vida, tal desenlace».  Es decir, como sea nuestra vida, así será nuestra muerte.  Con razón, pues, enseña san Vicente de Paúl «que, para morir como Jesucristo, hay que vivir como Jesucristo» (SV.ES I:320).

En primer lugar, vive Jesús entregado totalmente a la voluntad de Dios, hasta lo sumo, hasta morir por no traicionarla.

Esa vida de entrega abosoluta es su rastro distintivo.  Por eso, al entrar en este mundo, se entrega a Dios, ya que éste no pide sacrificio expiatorio.  Exclama Jesús:  «Aquí estoy para hacer tu voluntad, pues así está escrito de mí en el rollo de la ley».

La voluntad del que le ha enviado, sí, es lo que le importa a Jesús principalmente.  Su alimento es hacerla y llevar a cabo la obra de divina.

Y en el cumplimiento de esa obra, no vuelve atrás Jesús ante la amenaza de dolor, tortura y muerte horribles.  Como no es suicida ni se complace en verse maltratado, suplica que el cáliz se aparte de él.  Pero finalmente ora al Padre:  «Hágase tu voluntad».

Es decir, prefiere morir antes que volver la espalda a su misión.  Y su misión es evangelizar a los pobres, a nosotros, que pobres somos todos ante Dios.

Así que Jesús, en segundo lugar, es un «hombre-para-los-demás» por excelencia, hasta morir por los demás.

Amando a Dios y al prójimo, personifica Jesus su propia enseñanza sobre la primacía del doble mandamiento del amor.  Pasa haciendo el bien; enseña en las sinagogas, proclama el Evangelio del reino, sana a los enfermos.

Firmemente se decide además Jesús subir a Jerusalén, aunque intuye que allí morir es el destino que le espera.   Es que hay gentes poderosas que se le oponen, porque él promueve fielmente  lo bueno, lo recto y lo verdadero.

Ésos encuentran muy molestas particularmente las denuncias rotundas de la codicia, la injusticia y la falta de misericordia.  Se sienten ofendidos.  ¿Acaso no dan ellos a entender que son culpables?

Pero de todos modos, no ceja el Siervo de Dios hasta implantar el derecho en la tierra.  Endurece el rostro como pedernal, sabiendo que no quedará defraudado.  Sabe asimismo que Dios puede levantarlo de entre los humildes sometidos incluso a la muerte de cruz.  Por eso, no vacila en ir a morir.

Ahora, ¿estamos listos, como el apóstol Tomás, para ir a morir con Jesús?

Ir a morir con el Maestro quiere decir, claro, ir a vivir como él.

Señor Jesús, tú subes a Jerusalén para sufrir y morir y entrar así en la gloria. Llévanos a vivir y morir contigo.

9 Abril 2017
Domingo de Ramos (A)
Mt 21, 1-11; Is 50, 4-7; Fil 2, 6-11; Mt 26, 14 – 27, 66

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