«Dichoso el hombre que confía en el Señor»
Jer 17, 5-10; Sal 1; Lc 16, 19-31.
Algunas frases: La vida eterna se juega en la solidaridad fraterna en el presente. O, la vida eterna se juega en el más acá, en el presente; La vida presente es el único tiempo que poseemos para construir nuestro futuro eterno.
Y de manera más precisa, sabemos que nuestro futuro eterno se construye no de cualquier manera, sino a través de la solidaridad, y cuanto menos solidarios seamos con nuestros hermanos nos incapacitamos para relacionarnos con Dios. Si la falta de solidaridad se transforma en actitud indiferente, indiferencia a los demás, la vida se convierte en un sin sentido. Y terminamos por vivir al margen de los demás y sus necesidades, olvidándonos que los demás son oportunidades para aprender a desarrollarnos como hijos e hijas de Dios.
La actitud de la indiferencia ha influenciado nuestras vidas y tarde que temprano nos daremos cuenta que la vida es demasiado corta para desaprovecharla. Y aún más, cuando menos nos demos cuenta, estaremos en los últimos momentos de nuestra existencia. La urgencia del evangelio es nuestra conversión, nuestra pronta conversión. Y para que la conversión sea auténtica debe tener como punto de partida la escucha de la Palabra de Dios y no un hecho prodigioso. La fe no nace de los milagros sino del cumplimiento de la voluntad de Dios. Los acontecimientos sorprendentes pueden auto-complacernos pero no necesariamente llevarnos a la solidaridad con los demás.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Rubén Darío Arnaiz, C.M.
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