Episcopado portugués publica nota sobre el 400 aniversario del carisma vicenciano

por | Mar 2, 2017 | Noticias | 0 Comentarios

Nota pastoral de la CEP en los cuatro siglos de evangelización y tres de presencia en Portugal de la Congregación de la Misión

1.  Carisma Vicenciano

Se cumplen en 2017 cuatro siglos desde que San Vicente de Paúl, animado por el celo apostólico, recibió la inspiración celestial que le llamara a fundar una comunidad misionera dedicada a la evangelización de los pobres y el cuidado espiritual, doctrinal y pastoral del clero. Gracias a la fecundidad apostólica de esta intuición fundacional nacería la Congregación de la Misión, las Hijas de la Caridad y un gran número de instituciones de servicio fraterno a los pobres y marginados, que las que las Conferencias de la Sociedad de San Vicente de Paúl son hoy una de las expresiones sociales más conocidas. También se celebra, durante el año 2017, el tercer centenario de la llegada a Portugal del carisma vicenciano por la Congregación de la Misión.

La Conferencia Episcopal Portuguesa se congratula con el feliz aniversario y se une, en acción de gracias, a la alabanza que la Familia Vicenciana eleva al Señor en esta fecha conmemorativa. De hecho, las dos fechas evocan la misión eclesial de San Vicente de Paúl y del carisma que lo inspiró a favor de los pobres, la reforma del clero y la caridad que supo convertir en numerosos proyectos sociales. Y si altas figuras de la aristocracia francesa de entonces encontraron en él consejo y ayuda espiritual, eran los pobres del campo y de las ciudades los que más le preocupaban, animándole a practicar las obras espirituales y corporales de misericordia. Así, él eligió servir pastoralmente a la Iglesia como párroco en un pueblo rural humilde y, poco a poco, fue descubriendo el verdadero alcance de la pobreza, tanto en lo que respecta a la falta de pan y a la necesidad de una fe viva y clara. De ahí la urgencia que sentía de promover tres líneas de actuación principales: la organización de las caridades, grupos de laicos cristianos dedicados a servir a los pobres; realizar misiones populares para despertar y educar en la fe a la gente humilde de los campos; e impulsar la formación cultural y pastoral del clero a través de conferencias y la organización de seminarios.

De la gran obra de caridad del fundador de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad, recordemos aquí dos experiencias notables. La guerra de la Fronda, que devastó con sus tentáculos de violencia varias regiones de Francia, difundiendo hambre, enfermedad y todo tipo de miserias, causó que hubiese multitudes de personas sin hogar que, huyendo del frente de la batalla, acudían en masa a las ciudades. Esto, en lugar de mejorar la situación, la hacía a menudo aún más grave. Con imaginación y compromiso, Vicente se encargó entonces de poner en marcha un proyecto para contener la inhumanidad de estas migraciones. Se procedió a enviar, por diversos vías, alimentos y otros artículos necesarios, evitando que los pobres tuvieran que hacer largas caminatas, haciendo así menos dolorosa la vida del pueblo. Esta capacidad de movilizar los recursos humanos y materiales, así organizados y, por tanto, más eficaces, se descubrió muy temprano.

Alertado, cuando se preparaba a celebrar la misa dominical, de la existencia, en un lugar remoto, de una familia cuyos miembros estaban todos muy enfermos, apeló desde el púlpito a los corazones de los oyentes a llevar ayuda a tan dolorosa situación. La respuesta fraternal de los presentes fue rápida y generosa. Pero, ¿cómo garantizar la continuidad en este acto episódico de caridad? Vicente de Paúl se dio cuenta entonces, por experiencia, que la caridad sin organización puede dar lugar a la falta de caridad. Y se convirtió en un maestro en el arte de organizar y gestionar las organizaciones benéficas, sin olvidar amás que el amor de Cristo debe animar siempre a la dedicación y al servicio de los pobres. La acción social, la evangelización, la formación del clero, son los tres campos clave en los que San Vicente de Paúl trabajó y donde sigue vivo el carisma que imprimió a las obras fundadas por él. Fue, por lo tanto, con justicia y verdad, llamado por san Juan Pablo II «hombre de acción y de oración, de organización e imaginación, de dirección firme y humildad, hombre de ayer y de hoy» (Discurso a la Asamblea General de la Congregación de la Misión en 1986).

2.  Presencia en Portugal

Los hijos de san Vicente de Paúl entraron en Portugal a comienzos del siglo XVIII. Apoyado en un breve de Clemente XI autorizando la erección de la Congregación de la Misión en el Reino de Portugal, el sacerdote José Gomes da Costa (1667-1725), nacido en Torre de Moncorvo, y superior de la casa de monte Celio en Roma, donde se había unido a la congregación vicenciana, llegó a Lisboa en noviembre de 1716, para iniciar la fundación. Hay un documento, de fecha 20 de mayo 1717, en el que el Fiscal de la Corte Suprema de Justicia del Reino otorga estatus legal a la Congregación de la Misión. La Provincia de Roma, de donde vino el fundador, envió de inmediato cuatro sacerdotes y un hermano para formar la primera comunidad. Y en 1720 se fundó la primera casa de la Misión, en la quinta de Rilhafoles en Lisboa, casa central desde la que irradiaría actividad intensa y fructífera a favor de la formación del clero y de las misiones populares. Hasta 1834, la vida de la Congregación se desarrolló en torno a tres grandes centros: Lisboa (casa Rilhafoles); Braga (casa de la Cruz) y Évora (Seminario). Junto a esta actividad misionera dentro del país, también hubo una intensa actividad apostólica en el Oriente (seminarios de Goa y Macao, misiones en Beijing, Nanjing y Malaca), y también en Brasil, con la obra misionera del P. Antonio Ferreira Viçoso, que más tarde fue séptimo obispo de Mariana.

Tras la supresión en 1834, la vida de la Congregación de la Misión comenzó a ser restablecida a partir de 1857. Durante este segundo período, que duró hasta el establecimiento de la República en 1910, las principales actividades de la Congregación de la Misión fueron las misiones populares, la formación de los jóvenes en las escuelas, la fundación y el seguimiento de las conferencias vicentinas y asociaciones religiosas, en la Iglesia de San Luis de los franceses en Lisboa, la residencia de Santa Quiteria, Felgueiras, y en Funchal, Madeira, donde, además de la capellanía del hospicio de la princesa doña Amelia, se hicieron cargo del Seminario Mayor de la diócesis. Esta crecimiento se interrumpió bruscamente en 1910, cuando fueron asesinados dos misioneros, los sacerdotes virtuosos Alfredo Fragues, provincial, y Bernardino Gomes Barros, distinguido hombre de ciencia.

De nuevo renacida de las cenizas en 1927, los esfuerzos de los dirigentes de la congregación de la Misión de la provincia portuguesa se centraron en la organización de las comunidades y obras respectivas, y también en la formación de nuevos misioneros. Con este fin, se erigieron varios seminarios: Pombeiro y Oleiros (Felgueiras) y, más tarde, Mafra y Braga. Las nuevas condiciones y requisitos de formación académica y pedagógica obligaron a la creación de Casas de Estudiantes en Ameal, Porto, y Luz en Lisboa. Una nueva fase de la misión ad gentes se inició en 1940 con la fundación de comunidades misioneras en Mozambique. En la década de 1960, la mitad de sus miembros, a menudo los más jóvenes, se dirigieron hacia Mozambique. Esta situación requierió la creación de una estructura legal más racional y bien integrada en la tierra de Mozambique. Así nació, en 1965, la Vice-Provincia. Además de la presencia misionera entre los pueblos indígenas, asumirán, en linea con el carisma del Santo Fundador y en condiciones de gran exigencia y responsabilidad eclesial, la obra de los seminarios. Dirigieron la formación del clero de Mozambique en tres seminarios. Por estas instituciones de formación pasó la mayor parte del clero local y muchos de los obispos de ese país.

Además de las obras de apostolado misionero existentes en Chaves, Viseu, Felgueiras, Lisboa y Funchal, el regreso de algunos misioneros, después de la independencia de Mozambique, permitió que se asumiesen obras diocesanas, incluyendo las parroquias de la diócesis de Santarém, Beja y Portalegre-Castelo blanco. Más tarde regresó con renovada entrega y dinámica evangelizadora el trabajo tradicional de las misiones populares. De norte a sur, los equipos de Padres, Hijas de la Caridad y laicos, preparados para proclamar el mensaje del Evangelio en los nuevos contextos sociales y culturales, llegaron numerosas parroquias, a invitación de los obispos y párrocos respectivos. Entre estas iniciativas renovadas de evangelización se incluyen las Comunidades Familiares de Caridad, pequeños grupos de agentes pastorales disponibles para garantizar la continuidad de la evangelización llevada a cabo en las misiones populares.

3.  Desafios del carisma vicenciano para nuestro tiempo

El corazón del carisma vicenciano es el ejercicio de la caridad, cuyo modelo fue dado por el Divino Maestro. San Vicente de Paúl resumió las virtudes del Hijo de Dios en dos principales: la unión con el Padre y la caridad para con los hombres. La actualización de este carisma pasa hoy por el compromiso con los pobres, que requiere acciones concretas de todos los cristianos, en un espíritu de misión y servicio a la Iglesia, que se han a traducir en hechos más que en palabras. Urge, en primer lugar, volver a los orígenes y difundir el pensamiento y la obra del santo de la caridad como imperativo de programas pastorales.

Este «vino nuevo» del carisma tendrá, seguramente, consecuencias en la actividad pastoral y en la calidad del servicio a la Iglesia en general. También es importante darse cuenta de que las instituciones están llamadas a ser la expresión encarnada de carisma. Pero las instituciones viven inmersas en la historia de sociedades en rápida transformación. Por lo tanto, es necesario estar atentos a los signos de los tiempos y discernir, en situaciones difíciles y muy a menudo inhumanas, lo que la llamada de los pobres nos tiene que decir con obras de misericordia al carisma vicenciano. Y ha de tener el valor de reajustar las estructuras de antaño, como se reajusta la ropa que llevan un cuerpo que crece y cambia.

En este proceso de escucha y de discernimiento para la toma de decisiones sobre la participación en las estructuras de la iglesia, la visión profética de aggiornamento de san Juan XXIII continúa en plena actualidad. Abrir horizontes, revivir el espíritu misionero y estar disponibles a ir más lejos, es propio de los hombres llamados por Dios para continuar la obra salvadora de su Hijo. Sin optimismo ingenuo, vivimos tiempos de apertura a nuevos proyectos, reconociendo que no siempre es posible estar fuera y participar en iniciativas eclesiales que van más allá de nuestra realidad geográfica. En el mundo globalizado de hoy, las fronteras son especialmente la estrechez del horizonte que se instala en nuestra mente y que nos pueden impedir ir más allá.

El carisma vicenciano es portador de un código genético de contenido espiritual que se transmite de generación en generación a todas las ramas de la familia. Este núcleo de gracia, que el Espíritu inspira, hace de la vida una saludable y continua «discordancia con las cosas de este mundo»  (Romanos 12, 12), en un proceso de búsqueda constante.

Como don celestial, este núcleo de gracia tiene la marca de la atemporalidad y pide una renovación permanente. Con el valor de los profetas, la visión de los místicos, el celo de los misioneros, la simplicidad de los hombres de corazón puro, e impulsados por el amor, pueden los hijos espirituales de San Vicente de Paúl seguir haciendo lo que el Hijo de Dios hacía en la tierra. Llamados a evangelizar a los pobres, tienen como misión la de anunciarles a ellos la paz y la justicia que viene con el Reino de Dios. Los hombres que, en mundo de crisis y desamparo, continúan marcados por la desgracia, como desempleados, refugiados, excluidos y víctimas de formas cada vez más refinadas de la pobreza, deben dar razones para esperar un mundo más justo y fraterno.

La Conferencia Episcopal exhorta, en Cristo, a los herederos del carisma de San Vicente de Paúl en Portugal, a sentirse comprometidos con todas las situaciones que degradan la dignidad del hombre. A la luz del mensaje de misericordia del que da testimonio el pontificado de Francisco, creyentes y no creyentes son ahora más conscientes de la inhumanidad de las periferias humanas y existenciales. Camina al encuentro de este mensaje de amor misericordioso el carisma vicenciano, que debe poner el mundo de los pobres en el centro de atención de todos los cristianos y personas de buena voluntad.

En Fátima, a 10 de noviembre de 2016

Traducción del portugués: Javier F. Chento

Etiquetas: famvin400

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

homeless alliance
VinFlix
VFO logo

Archivo mensual

Categorías

FAMVIN

GRATIS
VER