Jl 2, 12-18; Sal 50; 2 Cor 5, 20- 6, 2; Mt 6, 1-6. 16-18.
“Misericordia, Señor, hemos pecado”
Jesús va enlistando (cap. 5-6), para sus discípulos, o para quienes “hoy” decidan serlo, una serie de actitudes de tipo personal y comunitaria, que se expresan como necesarias para vivir y experimentar el Reino de Dios. Éste, se construye con tabiques de generosidad, de tolerancia, de actitud fraternal, de misericordia. Para el Ev. de San Mateo la experiencia del perdón será fundamental. Éstas y más virtudes, bien sabemos por experiencia propia, se alojan en aquellos que tienen una actitud insistente para vivirlas. El Evangelio nos habla de 4 disposiciones: 1) Sencillez; 2) Limosna; 3) Oración y 4) Ayuno.
La primera es fundamental, hacer las cosas por convicción, con actitud sincera. Cuando se busca aparentar no hay virtud. Segunda, capacidad para ver al otro, no solo se trata de dar una limosna (monedas), más bien consiste en la capacidad de salir de sí mismo, de descentralizar el yo, contemplar la necesidad del otro con la intención de paliar su necesidad. Tercera, capacidad para ser humilde, la oración, no sólo como petición por nuestras necesidades, más bien como disposición interior, como aquel que pide cumplir con la voluntad de Dios, que dicho sea de paso, es lo único que necesitamos para nuestra realización personal. Cuarta, capacidad para no buscar nuestra propia satisfacción personal. Se requiere de algo más que buena intención para vivir con los principios del Reino, se necesita ser discípulo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Rubén Darío Arnaiz, C.M.
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