Actualizar la compañía de las Hijas de la Caridad (4ª y última parte)

por | Feb 19, 2017 | Formación, Hijas de la Caridad | 0 Comentarios

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Desengaños y dificultades

Sin embargo, amar y preferir la Compañía no elimina los fracasos y las dificultades, que encontrarán en cada una de las dos concepciones sobre la Compañía. No se los debe minusvalorar, pues no sería la primera Hermana que, por no ver la Compañía a su gusto, se derrumbara y llegara el abandono. Hasta ahora la Compañía se ha presentado sólida y sin división, con una identidad bien definida. Debido a los cambios ininterrumpidos que se suceden en estos tiempos, necesitamos de una manera firme y constante la fidelidad que se sustenta no en nuestras fuerzas, sino en el Espíritu Santo que se nos ha dado. Una de las grandes preocupaciones de santa Luisa fue el gran número de Hermanas que abandonaban la comunidad en los primeros años. También al final de su vida le volvió el tormento de ver cómo se iban Hermanas maravillosas. ¡Cuántas veces tuvo que ser consolada por san Vicente! Analizadora aguda descubrió las causas: Por un lado, haber vivido teniendo presente unicamente la creatividad, acomodándose de tal manera al mundo que ya les daba igual vivir la castidad y la pobreza siendo o no Hijas de la Caridad, y buscaban un empleo fuera de la Compañía (E 81 y 101). Y por otro, vivir la autodefensa de tal manera que la observancia fiel de las normas era lo que constituía el eje del carisma.

Vivir la tradición acoplada al dinamismo expansivo es querer ser siempre hija de san Vicente e hija de la Iglesia de hoy. El Espíritu divino pone luz en su interior y la reviste de un amor desconocido en el mundo: amar a los últimos de la sociedad. La Compañía es el lugar donde el Espíritu de Jesús marca su destino a la Hija de la Caridad. La Hermana ya sabe a dónde ir y qué hacer. Su destino es vivir en la Compañía como la quiso Dios, y su misión, expansionarla por los lugares donde encuentre gente herida sin dar un rodeo; y lo cumplirá, si su espiritualidad vicenciana la hace creativa para convivir en comunidad y sacrificarse por los pobres.

La comunidad hay que considerarla como la Compañía en un lugar. Amando a la Compañía se ama también a la Provincia y a la comunidad. Aunque es cierto que la Compañía sólo tiene realidad en las Provincias y en las comunidades y éstas en las Hermanas, y por lo mismo, son las comunidades las que sustentan la Compañía y la hacen universal, es arriesgado amar tan sólo a la comunidad o a la Provincia. Todas las comunidades y Provincias unidas forman la Compañía tal como nació de las manos de san Vicente y santa Luisa. Las Hijas de la Caridad se sienten animadas a participar en todos los afanes y alegrías de la Compañía entera. Afanes ciertamente que pueden exigirnos esfuerzos y contribuciones materiales y espirituales, pero también nos entregan la alegría de sentirnos Iglesia universal, recibiendo como nuestro los bienes materiales y espirituales de todas las Hermanas. Cada Hermana trabaja y sirve en el mundo entero por medio de sus compañeras. Vaya donde vaya, encontrará una casa y a unas Hermanas que son sus amigas.

Escasez de vocaciones

La escasez de vocaciones y la edad avanzada de muchas Hermanas pueden llevarlas a desconfiar de ellas mismas, a comparar la Compañía con la de otras épocas, y concluir que se ha debilitado por haber abandonado el Espíritu de los fundadores o por no haber sabido integrarse en el mundo moderno, ya que las chicas quieren una Compañía válida para este siglo. Sin buscar culpables, cuatro puntos debiéramos tener presentes:

Primero, las jóvenes para buscar comodidades no necesitan entrar en la Compañía, las tienen en el mundo. Ya no vale decir a la ligera que entramos “en el convento” por comodidad y no nos salimos por rutina. En el siglo XVII pudo ser verdad lo que dice santa Luisa: “no necesitamos holgazanas ni charlatanas ni a las que toman pretexto de ser Hijas de la Caridad para venir a París, pero sin voluntad alguna de servir a Dios y trabajar en su perfección” (c. 250). Pero hoy no. En la Compañía se lleva una vida más radical y no menos austera que en la calle. Las chicas que ingresan en la Compañía abandonan muchas ventajas del mundo y, cuando entran, lo hacen por amor a Dios y al deseo de servir mejor a los pobres, aunque el amor pueda enfriarse en algunos momentos. Necesita la fuerza innovadora.

Segundo, para ayudar a los pobres tienen infinidad de instituciones, movimientos y ONG de toda clase con encuentros de oración, pastoral y campo de trabajo. Sería maravilloso aprender de esas instituciones o grupos facetas que pueden ayudar a la Compañía, aconsejaba santa Luisa. El disparate sería adherirse a esas asociaciones, creando una doble identidad con responsabilidades incompatibles con la vida y el servicio en la Compañía. La pertenencia a la Compañía se debilita y la Hermana duda ya a qué institución pertenece, cómo es su vocación y cuál es su destino, pues el espíritu vicenciano ha quedado adulterado. Se necesitan las autodefensas.

Tercero, las chicas buscan algo que el mundo no les da: la vida de Dios. No hay crisis de vocaciones, lo que hay es crisis de respuestas a las cuestiones que presentan las jóvenes. Y una de estas cuestiones es Dios. Cierto, a muchas cuestiones no podemos dar respuesta apropiada, pero no podemos vivir como si no existieran. A pesar de haber vivido hace veinte siglos, Jesús aparece más actual y moderno que la Compañía. Responde mejor a las angustias, conflictos y esperanzas de las jóvenes de hoy. Nosotros queremos darles respuestas materiales, cuando ellas buscan a Jesucristo y experimentarle en la oración y en el servicio; buscan una vida espiritual que no pueden encontrar en el mundo.

Cuarto, hay que entregarse con ardor a la pastoral vocacional. Baste citar tres autoridades. Sor Juana Elizondo: «Signo especialmente importante que muestra nuestra estima por la Compañía, es buscar nuevos y buenos sujetos para ella, a fin de que los pobres sigan gozando de los servicios a que son acreedores». Las Constituciones: «Según lo recomendado por el mismo Cristo, las Hijas de la Caridad oran, para que Dios envíe obreros a la mies» (C. 59). Santa Luisa: «¿No encuentra chicas que tengan ganas de darse en la Compañía para el servicio de Nuestro Señor en la persona de los pobres? Usted sabe bien que las tenemos de más lejos» (c. 717).

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