Actualizar la compañía de las Hijas de la Caridad (3ª parte)

por | Feb 18, 2017 | Formación, Hijas de la Caridad | 1 comentario

Superiores Generales

La Compañía tradicional y creativa

Las Hermanas han asumido los cambios sociales y han buscado los caminos para afrontarlos y acomodarse a ellos, a pesar de que algunas puedan ver ciertos virajes institucionales que no les agradan y hasta pensar que se ha desviado de sus orígenes. Otras pueden verla acomodada, conformista, que no responde a los retos de la sociedad actual. Con finura y delicadeza Sor Juana Elizondo expuso en la carta circular del 2 de febrero de 1999 que «amar a la Compañía es aceptarla con todo lo positivo que hay en ella y sin asustarnos ni desencantarnos de lo negativo. No conviene idealizarla tanto que perdamos de vista que está constituida por seres humanos y nos escandalicemos de sus fallos».

¿Qué postura deben tomar las Hermanas? La respuesta dependerá de la imagen de Compañía que alberguen en su interior. El carisma-vocación de la Compañía está empapado de dos fuerzas: una de autodefensa o conservación, y la otra, de dinamismo o expansión. La primera se encamina a conservar la identidad que le dieron los fundadores y la tradición, y la segunda, a ser creativa de acuerdo con los cambios del mundo que se viven en cada época. Las Hijas de la Caridad defienden una u otra fuerza, creyendo que es la mejor para los pobres.

La dinámica expansiva recela de la autodefensa. Teme que la institución se estanque, se haga arcaica, deje de ser creativa y se anquilose. Pide que la Compañía sea una institución apta para servir hoy día a los necesitados. La autodefensa, por su parte, tiene miedo a perder su identidad, a que las Hermanas se «secularicen» y pierdan su carácter de consagradas, pues, aunque sean seculares, no son simples seglares; son consagradas que viven y trabajan en el siglo.

A través de la Historia de la Compañía se llega a la conclusión de que las dos tendencias de la Compañía, la conservación y la creatividad, están en continua tensión. Lo estuvo en el pasado, lo está en el presente y lo estará en el futuro. Leyendo las cartas de los fundadores descubrimos esta tirantez ya en los primeros años de la fundación.

La tensión originada entre conservación y creatividad se traslada también a las comunidades. Unas Hermanas sienten rechazo a considerar como acción del Espíritu divino algunas innovaciones iniciadas o propuestas por otras Hermanas, porque temen que esas novedades las lleven a una dejación en la vida de oración, se desvíen de «las piadosas costumbres» y las asemejen a los seglares. Por su parte, otras Hermanas pueden achacar a esta postura involución o juzgarla como miedo a cualquier innovación y lo atribuyan a desconfianza, a que no se fían de su madurez como mujeres ni como Hijas de la Caridad.

¿Qué sentido tiene quejarse o acusar a otros de la dirección que toma la Compañía? También santa Luisa notaba el descontento de las Hermanas y aún de las consejeras hacia ella (D 632). Nos hemos acostumbrado a culpar a otros de todos los males, sin admitir que también nosotros caemos en la involución, por desinterés o falta de audacia.

La Compañía no ha nacido para conservarse como una joya en un joyero. Las dos dimensiones se necesitan y deben acoplarse. Olvidar la tradición es perder la identidad y dejar de ser vicencianas, no actualizarse es incapacitarse para servir hoy a los pobres, es acomodarse. Hay que acoplarlas, pues la tradición no puede ser arcaica, sino viviente; no es hacer lo mismo que hicieron las Hermanas anteriores y del modo como lo hicieron, sino asumir la misma inspiración que las llevó a seguir a Cristo servidor de los pobres: “Guarden lo mejor que puedan sus pequeñas reglas, sin perjuicio para los pobres, ya que su servicio debe ser preferido siempre, pero de la manera que se debe y no según nuestra propia voluntad”, decía santa Luisa (c. 316). (Hay dos cartas de santa Luisa a san Vicente y dos borradores con estas ideas: c. 374 y 394, y E 81 y 101.)

La actualización vicenciana compete a todas las Hermanas

Si fue el Espíritu divino quien fundó la Compañía y sigue conduciéndola a través de la vida, como dicen los fundadores, es lícito aplicar a la Compañía lo que el Concilio Vaticano II asigna a la Iglesia: que el Espíritu Santo la guía y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos, la embellece con sus frutos y la renueva incesantemente (LG 4). Ahora bien, cuando se dice que el Espíritu Santo unifica y dirige la Compañía, se entiende que dirige y alienta a los superiores y a las Hermanas particulares según su función y su puesto. Es cada Hermana la que lleva el carisma guiada por el Espíritu de Jesús. El carisma y el Espíritu de Jesús residen en cada miembro de la Compañía, desde el Superior General y la Superiora General hasta la última Hermana que acaba de ingresar en el Seminario. El Espíritu los ilumina para que cada uno ejerza las fuerzas de conservación y creatividad, según la voluntad del Padre.

Erróneamente creemos que todas las iniciativas deben proceder de la autoridad y descargamos en ella nuestra conciencia. No somos creativos y nos disculpamos, traspasando las obligaciones a los superiores, a pesar de ser nosotros quienes estamos entre los pobres, los que descubrimos sus necesidades y los que damos las soluciones. Los superiores confirmarán los caminos que abramos nosotros, si ven en ellos las huellas del Espíritu para resolver los conflictos que originan los cambios sociales.

Al hablar del deterioro interno de las comunidades, hay que tener en cuenta que el funcionamiento de la comunidad está en manos de todas las Hermanas y no sólo de la Hermana Sirviente, como acertadamente expone Sor Juana Elizondo en la misma carta circular: «La Compañía no es un cuerpo independiente de sus miembros, sino formado por ellos; dichos miembros deben trabajar por su existencia, su construcción, su evolución y su perfección. Nada se consigue con criticarla y sembrar la desesperanza, al contrario, podemos con ello contribuir a un deterioro mayor. San Vicente se lamenta de aquellas que, en lugar de amarla, la descuartizan… Y recomienda a las Hermanas amarla y preferirla, como se ama y se prefiere a la propia madre, aunque sea legañosa» (IX, 948).

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1 comentario

  1. Sor Carmen Fernandez

    Agradezco sinceramente estos comentarios sobre la identidad de la Hija de la Caridad. Lo leeremos y comentaremos en la Comunidad.Es necesario actualizarse estando atenta a los signos de los tiempos, pero sin olvidar nuestras raices y nuestro carisma. «El oido abierto a Dios y los ojos fijos en las nuevas pobrezas.

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