Gén 2, 4-9. 15-17; Sal 103, 1-2. 27-30; Mc 7, 14-23.
“Jesús declaraba todos los alimentos puros”
La mayoría de las religiones y sectas prohíben determinados alimentos o bebidas. El cristianismo –que es seguimiento de Jesús– no prohíbe nada, porque Jesús declaró todos los alimentos puros. Los grupos –aún los llamados cristianos– que hacen esas prohibiciones están más en el Antiguo Testamento que en el Nuevo. Jesucristo nos liberó de todas esas prescripciones, y ellos quisieran atarnos.
Nada está prohibido, salvo esclavizarnos, pues “para eso nos liberó Jesucristo, para que seamos libres”. Todo lo hizo Dios; puedes comer esto o beber lo otro, sólo no debes dejarte esclavizar por la bebida, la gula y demás disculpas. Lo que hemos de cuidar con esmero es lo que sale de nuestro interior. “Porque del corazón –nos dice Jesús– salen los malos pensamientos, las inmoralidades, robos, homicidios, adulterios, codicias, fraudes, envidias, calumnias…”.
Y, mientras degustas tranquilamente un taco de moronga con una cerveza, sí has de cuidarte y temer esta plaga de vilezas que pueden criarse en tu interior.
Danos, Señor, claridad para descubrir las raíces de nuestros males y la fuerza para vencerlos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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