Hbr 12, 4-7. 11-15; Sal 102, 1-2. 13-18; Mc 6, 1-6.

“¿No es éste el hijo de María?

En la sinagoga de Nazaret, los paisanos de Jesús se quedaban maravillados y se hacían preguntas, pero no supieron contestarlas. Se quedaron en la superficie de los hechos. Al final, Jesús “se asombró de su falta de fe”… ¿Cómo está tu fe, cómo está la mía? ¿La agradecemos, la cultivamos, la practicamos, la compartimos?

Hoy nos salen al encuentro –pues es su fiesta– dos mártires de los tiempos de la revolución francesa: Ana María Baillot y Odila Baumgarten, ambas Hijas de la Caridad. Servían en el Hospital de Angers. Era el primer día de febrero del año de 1794. Habían caminado tres kilómetros hasta el lugar de su ejecución, en compañía de otras 398 personas. Las fosas ya estaban abiertas esperándolas. La Revolución –¡tan feminista!– no reconocía el derecho de las mujeres a votar ni a ser elegidas, pero sí podían ser guillotinadas o fusiladas. Ante el clamor de sus acompañantes para que no fusilaran a las Hermanas, el mandamás del momento les dijo: “No hagan el juramento y yo me comprometo a decir que lo han hecho”. Después de darle las gracias, Sor Ana María le respondió: “No solamente no queremos hacer el juramento, ni siquiera queremos que se crea que lo hemos hecho”. Inmediatamente después, las fusilaron.

Una fe que se acomoda a las apariencias del mundo, ¿es acaso una fe cristiana?

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.