Con ocasión del 25 de enero, fiesta de la conversión de san Pablo, fecha fundamental en la historia vicenciana en la que rememoramos el suceso en el pueblo de Folleville, hace 400 años, el P. Tomaž Mavrič, CM, Superior General de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad nos propone, en este mensaje, el vivir con profundidad este año de jubileo, y ser creativos en la acción y en la colaboración, sugiriéndonos una tarea común para todos los que formamos la gran Familia Vicenciana.
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Roma, 25 de enero de 2017
A todos los miembros de la Familia vicenciana.
Año jubilar – 400º Aniversario del carisma vicenciano
Queridos miembros de la Familia vicenciana,
¡La gracia y la paz de Jesús estén siempre con nosotros!
Mi corazón está lleno de agradecimiento y de alegría por este «don del cielo», que permite a toda la Familia vicenciana celebrar, a lo largo del año 2017, el 400º aniversario del carisma vicenciano, que ha dejado huellas tan profundas del amor incondicional de Jesús en el mundo, a lo largo de los 400 últimos años, y continúa haciéndolo hoy.
A lo largo de este año, la Familia vicenciana escogerá diferentes fechas para el comienzo de las celebraciones. Algunos ya han comenzado, otros comenzarán más tarde. Hay una fecha que es la fuente, el origen de esta celebración, el inicio del «camino de san Vicente de Paúl», el inicio del carisma vicenciano: el 25 de enero de 1617 en el pueblo de Folleville, en Francia.
Fue en este pequeño pueblo donde Vicente quedó impactado por la enorme pobreza espiritual de las gentes de los campos. Algunos meses más tarde, tuvo la experiencia de la enorme pobreza material en la ciudad de Châtillon que dio nacimiento a las Damas de la Caridad, conocidas hoy con el nombre de AIC, que dan un testimonio tan hermoso del carisma vicenciano a través de todo el mundo. Él comenzó por animar a los otros a cambiar su vida desde el interior, y a acercarse a las personas que en su entorno tenían necesidades materiales. Al mismo tiempo experimentó su propia conversión personal, consagrándose totalmente a los que eran pobres espiritual y materialmente y suscitando la colaboración de tantas personas que caminaron siguiendo sus pasos, para hacer del Evangelio una realidad «aquí y ahora» para millones y millones de personas durante los 400 años que han pasado desde aquella época. Esta misión no terminará hasta que la Caridad no sea globalizada, hasta que la Caridad haya llegado a todos los rincones del mundo y tocado el corazón de cada persona.
El tema del año del Jubileo, que nos acompañará a lo largo de los 12 meses, es: «Fui forastero y me recibiste…».
Ya hay numerosas e increíbles iniciativas en el seno de la Familia vicenciana para celebrar el 400º aniversario del carisma vicenciano en todos los rincones del mundo a nivel local, nacional e internacional, y hay aún iniciativas venideras. Todas tienen en cuenta las palabras de Jesús que encontramos en Mateo 25, 31-46, tan queridas para los Vicencianos y para todos los que abrazan el carisma de Vicente de Paúl: «Fui forastero y me recibiste...».
Atentos exteriormente al grito de los pobres, no debemos olvidarnos de mirar hacia nuestro interior, hacia el grito del pobre en nosotros, hacia la pobreza en nosotros que grita pidiendo ayuda, libertad, redención. El reconocimiento y la confesión de Vicente de su propia pobreza le llevaron a purificar su propio corazón, ¡el corazón que latía tan fuerte por las personas al margen de la sociedad! El enfoque que tenía Vicente de la persona no era el de una teología «desde arriba», sino más bien una visión de la persona a partir de su propia pobreza, el enfoque de una teología «desde abajo». Acoger al forastero que está en nosotros, que existe en cada uno de nosotros, abrazar a este forastero, aceptarle, y después poner todo en las manos de Jesús para curar nuestras heridas, darnos completamente a Él y confiarnos enteramente a su Providencia: éste era el camino de Vicente. ¡Que sea el mismo para cada uno de nosotros!
Los frutos duraderos de estos 400 años son visibles a través de los millares y millares de miembros de las numerosas ramas de la Familia vicenciana que nos han precedido y han vivido a la manera de Vicente, según el carisma vicenciano, lo mejor que han podido. Ahora es nuestro turno.
Además de las numerosas iniciativas que vamos a poner en marcha a lo largo del año 2017 para celebrar el 400º aniversario del carisma vicenciano, quisiera animar y desafiar a cada miembro de la Familia vicenciana, a cada uno de nosotros, con otra iniciativa común, que no es nueva. Muchos se esmerarán en realizarla a diferentes niveles, en diferentes partes del mundo, de una manera especial durante este año del Jubileo. Por una parte, la iniciativa es antigua, muy antigua; por otra parte, es siempre nueva, ¡nueva sin cesar, como el Evangelio!
Me refiero a las nuevas vocaciones en las diferentes Congregaciones de la Familia vicenciana y a nuevos miembros en sus ramas laicas. Es evidente que la iniciativa viene siempre de Jesús, pero debemos cooperar y ayudar a la persona que es llamada por Jesús a la vida consagrada o a ser miembro de una rama laica de la Familia vicenciana, de la manera más plena posible, para que esta llamada se haga realidad.
La iniciativa es la siguiente: cada uno de nosotros, colectivamente, en grupo o individualmente, se fijará, durante este año jubilar, este objetivo concreto: orar, estar atento, buscar, animar e invitar a un nuevo candidato a la vida consagrada en una de las Congregaciones de la Familia vicenciana o a unirse a una de las ramas laicas como miembro. ¿Es irrealista? ¿Es una quimera? ¡Con Jesús todo es posible!
Gracias a esta iniciativa, esperamos que numerosas vocaciones y nuevos voluntarios se presentarán durante el año del Jubileo. Otros podrían unirse a nosotros en los años venideros, como fruto del 400º aniversario. Nada es imposible para Jesús y estamos invitados a hacer todo lo que nos sea posible para colaborar con Él, la Providencia hará el resto. La iniciativa y nuestro desafío son claros. Cada miembro de una Congregación de la Familia vicenciana se fijará para sí mismo este objetivo: me ofrezco a Jesús como un instrumento para llevar un nuevo candidato a la Congregación a la que pertenezco. Los miembros de las ramas laicas de la Familia vicenciana harán lo mismo para obtener un nuevo voluntario para su propia rama durante este año jubilar. ¡Nada más, pero nada menos!
Avancemos en este año de gracia con las palabras de san Vicente de Paúl :
«Le deseo un nuevo corazón y un amor totalmente nuevo para Aquel que nos ama incesantemente de una forma tan tierna como si comenzase ahora a amarnos; pues todos los gustos de Dios son siempre nuevos y llenos de variedad, aunque no cambia jamás» (SVP I, Carta 299, 430).
Que la intercesión de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, de san Vicente de Paúl, y de todos los otros beatos y santos de la Familia vicenciana nos acompañe durante el año del Jubileo.
Su hermano en San Vicente,
Tomaž Mavrič, CM Superior general
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