Culto a Dios en Espíritu y verdad

por | Ene 7, 2017 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Solo por Cristo se da al Padre el culto grato en Espíritu y verdad.  Y por Jesús solamente se va a Dios, el único que basta.

En Jerusalén, unos Magos del Oriente hacen una pregunta.  Les interesa saber dónde está el Rey de los judíos que ha nacido y darle culto.  Desafortunadamente, lo que les interesa a los Magos no les interesa realmente a los que, se supone, deben interesarse.

Al rey Herodes, en primer lugar, solo le interesa permanecer en el poder.  Por eso, se sobresalta, tomando la pregunta de los Magos por advertencia de que pronto termina su reinado.  La pregunta le suena además como que los Magos le desenmascara como usurpador.  Y lo es, porque es idumeo, sin ningún derecho al trono de David.

Teme, pues, el usurpador perder el trono.  Como consecuencia, se sobresaltan también los ciudadanos, temiendo que serán quienes soporten el peso de la represión de Herodes.  Él compensa su ilegimitad procurando la grandeza mediante la restauración magnífica del templo de Jerusalén o mostrándose represivo.

En segundo lugar, los miembros del sanedrín convocados por Herodes descubren su desinterés.  Les basta con saber la ley y los profetas e imponérselos a la gente.  Esos expertos, empero, no mueven ni un dedo; no van a Belén.  A lo mejor los colaboradores se asemejan a Herodes y a los romanos, sirviendo al dinero maldito.

A Jesús, pues, no lo reciben los suyos ni le dan culto.  Y mejor así.

El rechazo de Jesús de parte de los suyos es el mal que por bien viene.  Ese rechazo provoca la salvación de los gentiles.  Así que «los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en Jesucristo, por el Evangelio».

Revelándose a los forasteros, Jesucristo, la gloria del pueblo de Israel, se constituye la luz de los demás pueblos también.  Así queda inaugurada la realización de lo que más adelante profetizará él expresamente.  Es decir, «se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad».

Dar culto verdadero a Dios es tener la sencillez que le falta al que finge culto a Jesús.  Es guardarnos de toda codicia y vivir según nuestro mejor conocimiento, buscando sobre todo a Dios, pues él solo basta.  Además, es dejar que los pobres nos asombren.  Es ofrecerles nuestros servicios, proclamando arrodillados, con el beato Federico Ozanam:  «¡Señor mío y Dios mío!».

No sea que asistamos a los pobres, no serán gratas a Dios nuestras celebraciones de culto o de la Eucaristía.  Además, mostrándonos misericordiosos, brilla sobre nosotros la luz en las tinieblas.

Señor Jesús, fuente y cumbre de todo culto, concédenos las luces de la fe para que te veamos  en los pobres (SV.ES XI:725).

8 Enero 2017
Epifanía del Señor
Is 60, 1-6; Efes 3, 2-3a. 5-6; Mt 2, 1-12

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