Universidad Saint John’s, Nueva York – 12 de noviembre de 2016.

Ha sido una gran alegría estar con ustedes durante estos dos días. Permítanme tomarme unos minutos para ofrecer algunas reflexiones sobre esta experiencia.

San Vicente dijo una vez, “¿Quién habría imaginado que esto pudiera alcanzar el estado presente? Si alguien me lo hubiera dicho entonces, habría pensado que se estaba burlando de mí; y aún así, así es como Dios ha querido dar inicio a lo que ve ahora”. Estaba hablando, por supuesto, del origen de la Congregación de la Misión, pero estoy seguro de que podrán ver que estas palabras también se pueden aplicar hoy a sus instituciones. Desde un inicio pequeño, las Universidades Vicencianas educan hoy día a unos 50.000 estudiantes, tanto en pregrado como en posgrados.

La Congregación de la Misión, como es comprensible, está agradecida y orgullosa de estas universidades. En los EE.UU., como en todas partes, la educación es, indudablemente, la mejor forma para elevar a una persona fuera de la pobreza. Todo aquél que trabaje duro para apoyar estas instituciones está también llevando adelante el trabajo de San Vicente, y es vicenciano con el pleno sentido de la palabra.

Sus universidades están repletas de expertos en una amplísima variedad de empeños humanos. Además de enseñar, el claustro se dedica a la investigación y a informar importantes áreas de la actividad mundial. Ya sea política, economía, artes, medios de comunicación, sanidad, investigación científica, servicios sociales, etc., su claustro está formado por “expertos de un mundo necesitado”, y aprecio su labor.

Nuestro mundo está terriblemente necesitado. La pobreza no es accidental, sino que está conducida por grandes fuerzas, como guerras, que causan una gran cantidad de refugiados; la disrupción y corrupción económica de los gobiernos y la banca, que están eliminando empleos alrededor del mundo; y los primeros efectos del calentamiento global, que está desplazando pueblos. El mundo necesita universidades que ayuden a la próxima generación a ver no solo la pobreza que podemos ver de manera actual, sino también sus causas, y para inspirar a aquellos que trabajan en buscar e implementar soluciones que realmente puedan ayudar, tanto en una escala local como internacional.

Sus estudiantes merecen también una educación que les dote de corazones que se mantengan vivos durante toda su vida. Les enseñan teología. Les enseñan filosofía. Les presentan las reflexiones más importantes de una amplia cantidad de trabajos en las artes liberales. Esto también es una parte crítica de la educación vicenciana. No es suficiente que les enseñemos a los alumnos las habilidades necesarias para trabajar. Necesitan pensar en su Creador y la razón y el propósito de una vida bien vivida. Necesitan pensar en cómo la comunidad debería organizarse para que todo el mundo tenga acceso a las necesidades básicas y a los derechos humanos básicos.

Estos agradecido, también, de que estas universidades tengan un gran nivel educativo. No es suficiente dar al pobre un diploma; necesita una educación de primer nivel. Sé lo caro que resulta, y lo difícil que es para estas universidades proporcionar una educación de alto nivel para quien no puede permitírsela, y por eso estoy especialmente agradecido a los donantes, y a los administradores que (cada día) luchan para asegurar la supervivencia económica de estas instituciones. Pero de lo que estoy más agradecido es de que todos creen que los pobres necesitan, no una educación “suficiente”, sino una educación excelente.

Estoy muy agradecido de que estas tres universidades sean respetadas en los EE.UU. por “educación y servicio”. Sus universidades animan a los estudiantes a empezar a servir a las necesidades del mundo tan pronto como son admitidos. Desarrollan cientos de oportunidades para que sirvan a los pobres y para que sirvan en organizaciones de la comunidad local. Esto también es “educación vicenciana”, ya que están enseñando a los estudiantes a ver las necesidades del mundo, a formar corazones caritativos, y a cultivar un voluntariado convertido en hábito de vida. Están formando a la siguiente generación de vicencianos, y esa es una cosa bellísima.

Esta formación también se aplica a los miembros de la Congregación de la Misión. Estoy profundamente agradecido de que las Universidades, gratuitamente, hayan educado a tantos cohermanos en el mundo durante todos estos años. Sé que ellos también aprecian la maravillosa educación que han recibido en sus instituciones.

Hace exactamente 200 años que la obra de San Vicente llegó a los EE.UU. y ha florecido de maneras que nadie habría podido predecir. Mi oración es que estas instituciones se mantengan vicencianas por otros 200 años, pero esto solo sucederá si le ponemos intención. Todos (claustro, administradores, consejeros y donantes) tendrán que trabajar mucho para que esta misión vicenciana continúe. Esta conferencia es un ejemplo perfecto de esta intención y del plan que conlleva. Estoy muy agradecido (en nombre de la Congregación en todo el mundo) de que este planteamiento y estas discusiones se están tomando muy en serio. Las generaciones pasadas de vicencianos nos han llevado a esta importante misión, y ahora nos toca a nosotros asegurar que las generaciones futuras serán bendecidas también por ella.

Su voz es una voz que habló fuerte en la sociedad en el pasado, una voz que habla fuerte en la sociedad hoy, y una sociedad que puede seguir hablando fuerte en la sociedad mañana. Estas tres Universidades Católicas, estas tres Universidades Vicencianas, quieren seguir marcando una diferencia. Esto solo será posible si están:

1. a) Profundamente enmarcadas en el Evangelio en su totalidad,
2. b) Profundamente comprometidas con los valores vicencianos,
3. c) Profundamente involucradas en los estándares de educación más altos posibles y en todos los campos de la educación que forman parte de estas tres Universidades.

Durante los dos días de conferencias, un punto que se ha mencionado era ese, que aparte de las tres universidades vicencianas: Niagara, St. John’s y DePaul en los EE.UU., tenemos la Universidad Adamson en Filipinas y la Facultad DePaul en India.

Me gustaría invitarles a reflexionar en una lista de universidades y facultades, dirigidas por diferentes órdenes religiosas, que son parte de la Familia Vicenciana. Las diferentes ramas de la Familia Vicenciana en los EE.UU y alrededor del mundo que tienen universidades y facultades deberían caminar juntos en el camino de la colaboración, la comunicación en un nivel global, para ayudarse mutuamente a crecer como instituciones católicas y vicencianas, para hacer un impacto aún mayor a nivel global.

Me gustaría aprovechar esta oportunidad para agradecer, con todo mi corazón, en el nombre de la Congregación de la Misión en todo el mundo, a todos los cohermanos, miembros de la Familia Vicenciana, y otras personas que, desde el principio, desde la fundación de cada una de las universidades hasta ahora, han hecho posible lo que tenemos ante nuestros ojos hoy.

En particular, me gustaría agradecer al Presidente de la Universidad St. John’s, Dr. Conrado Gempesaw; al Presidente de la Universidad Niagara, Padre James Maher, CM; al Presidente de la Universidad DePaul, Padre Dennis Holtschneider, CM; al Visitador de la Provincia Este de los EE.UU., Padre Michael Carroll, CM; al Visitador de la Provincia Oeste de los EE.UU., Padre Raymond Van Dorpe, CM; a la Junta de Consejeros de cada una de las universidades, al claustro, el personal, estudiantes, benefactores espirituales y materiales, voluntarios, antiguos alumnos, y a todos aquellos que, de alguna manera, están contribuyendo a promover la misión de estas tres universidades.

¡Que Jesús siga guiando nuestro camino! ¡Que Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa continúe intercediendo por ustedes y que San Vicente de Paúl y el resto de los Beatos y Santos de la Familia Vicenciana les acompañen siempre!

Fuente: cmglobal.org