Apc 14, 1-5; Sal 23, 1-6; Lc 21, 1-4.
Un día, tiempo ha, encontré en un museo de Los Ángeles, réplicas de varias monedas de la Biblia, y me hizo con una de ellas: la del “leptón” o monedita de la que habla este texto del evangelio de hoy. Es una moneda chiquita, pero es para mí un signo grande.
En estos breves versículos aprendí que el amor se muestra en lo que das, se vive en lo que te das a ti mismo (en eso que das) y se mide por lo que te reservas. También aprendí que el que da todo (aunque sean unos centavos) da más que el que da sólo una parte (aunque sean cinco millones). El todo es mayor que la parte. Cuando quiero saber cuánto amo, sólo tengo que preguntarme cuánto me reservo, cuánto aparto (bienes, dones, tiempo) exclusivamente para mí mismo. Esta pobre viudita que lo da y se da del todo, es profecía de Jesús que pronto se dará del todo en la cruz por nosotros. No se reservó nada para sí mismo.
Aún en la generosidad, se nos enseña a ser prudentes: da de lo que te sobra. Pero, cuanto más tienes, menos te sobra, tienes que invertirlo para conseguir más, y después más. Si das lo que necesitas, comenzarás a tener menos necesidades. Pero es importante no confundirse: Jesús no es un cobrador de impuestos. Lo que nos pide es para bien nuestro, y para los pobres que lo necesitan mucho.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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