En unos pocos días, la Familia Vicenciana saludará con especial cariño a la Virgen en su advocación de «Milagrosa». Sin duda, hasta entonces se publicarán muchas reflexiones sobre la advocación, su historia, su actualidad, etc.
La semana pasada os invitábamos a hacer algo distinto: contar historias, tu historia o la de los tuyos, con la Virgen Milagrosa. No reflexiones, sino vivencias. Estamos seguros de que hay muchos gestos de amor y confianza en la Virgen dentro de nuestra Familia Vicenciana. Y compartirlas es otra manera de hacer familia.
Y Carmen Valdivia respondió rápidamente. He aquí su relato. ¡Esperamos el tuyo!; después de su historia tenéis un formulario donde podéis escribir la vuestra, que será publicada a lo largo de los días que preceden a la fiesta de nuestra madre, el 27 de noviembre. Podéis hacerlo en Español, Inglés, Francés, Portugués, Italiano… no importa el idioma, intentaremos traducirlo a los idiomas que usamos en famvin.
¡Anímate! Seguro que muchos desean conocer «tu» historia para aprender a amar más y a seguir mejor el ejemplo de mamá María.
Esto sucedió unos meses antes del 22 de agosto 2012. Un grupo de señoras nos reuníamos en una casa a rezar, los sábados a las 7 am, el Santo Rosario, lo que hacíamos desde hace algo más de 3 años. En uno de estos días, mientras rezábamos sentadas en círculo alrededor de una imagen de la Virgen, una de las señoras se quedó callada, sin rezar. Al final del rosario nos contó que se había quedado sin palabras, impresionada cuando vio unos pies desnudos en el centro del grupo y un vestido largo, blanco, y, a medida que subía los ojos, vio unas manos de las cuales colgaba un rosario, como si estuviera rezando con nosotras. No se atrevió a levantar la mirada más allá de la cintura. Comprendimos que era la Madre Santa. Pasados unos sábados, concentradas en el rezo, la misma señora vió al lado de una imagen de la Virgen en la pared, una puerta que se abría, y me vio a mí levantarme y cruzar la puerta. Se asustó mucho porque pensó que me iba a morir, ya que era una pared lisa donde no hay puerta ni ventana. Yo le dije: «¿por qué pensar que es algo malo? A lo mejor es algo bueno, algo que va a suceder, que yo empezaré y vosotras me seguiréis». Pasó unos meses y el Padre César Chàvez me llamó y me pidió que formase un grupo para empezar la devoción a la Virgen de la Medalla Milagrosa, devoción que no existía en nuestra parroquia Nuestra Señora de la Esperanza, a pesar de ser iglesia vicentina. Yo, después de un retiro profundo al que me envió el padre, le dí mi respuesta y le dije: «Padre César, no sé ni por dónde empezar. Estaba temerosa, pero ahora estoy segura de mi respuesta es afirmativa, porque si la Virgen y Dios así lo han dispuesto, quién soy yo, para oponerme, sé que ellos me ayudarán». Y así ha sido: el 22 de Agosto de 2012 se fundó el grupo de la ASOCIACIÓN DE LA MEDALLA MILAGROSA PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE LA ESPERANZA, de la cual yo soy la presidenta desde esa fecha hasta hoy, y la base de las socias fueron las señoras que nos reuníamos a rezar el Santo Rosario en una casa. Más tarde, el padre nos entregó ese sector (27 y 28) para hacernos cargo de la evangelización y de las visitas domiciliarias, las que ahora se han extendido a otros sectores, con la ayuda de nuestra Madre Inmaculada de la Sagrada Medalla Milagrosa. Son testigos de lo dicho las señoras mencionadas.
Carmen Valdivia
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