“Vi una muchedumbre tan grande que no se podía contar”
Apc 7, 2-4. 9-14; Sal 23, 1-6; Mt 5, 1-12.
¿Quiénes son y de dónde vienen estos innumerables hermanos y hermanas, llamados los sanos. “Son los que vienen de la gran tribulación. Lavaron y blanquearon sus vestiduras en la sangre del Cordero. Ya nunca más sufrirán ni hambre ni sed, y Dios enjugará sus lágrimas”.
Son los que escogieron las sendas de felicidad que Jesús señaló en sus Bienaventuranzas. Ellas y ellos son los pobres que enriquecieron a todos. Son los que se parecieron al Dios misericordiosos repartiendo misericordia, y son los limpios que adivinan, en medio de la noche, las huellas del camino. Y fueron perseguidos, pues estorbaba su bondad como a los alérgicos la floración de la primavera.
Creyeron en la vida eterna y se dedicaron aquí a contagiar vida por medio de sus servicios a los necesitados. Son los mejores de nuestra familia. Y son los que nos preguntan a mí o a ti, ¿por qué no te decides? ¿Por qué dejas que el mundo te siga engañando con baratijas de imitación cuando Dios te ofrece la perla preciosa?
Sólo hay una tristeza, la tristeza de no ser santos, decía León Bloy. Y, desde las otras tristezas, ésa nos anima a la alegría de Dios. Danos, Señor, no ser sordos a su voz.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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