La escucha es una habilidad que requiere práctica.
Cuando era un muchacho joven, rara vez me cansaba de preguntar cualquier cuestión que viniera a mi cabeza. A mis padres les encanta contar que solía rebuscar en todos los cajones de la cocina, sacando cada objeto, y preguntar, «¿para qué sirve esto?» Por supuesto, siempre lo hacía coincidiendo con la preparación de la cena por parte de mi madrastra. Nunca perdí esa curiosidad y, al mismo tiempo, pasé mucho tiempo parloteando durante mis últimos años en la escuela secundaria y preparatoria. Cuando llegué a la Universidad de San Juan en Collegeville, MN, ya estaba bastante cansado de hablar, para sólo escuchar mi propia voz, y resultó ser un buen momento pues conocí a mucha gente que me señalaron la importancia de la escucha.
A medida que crecía, me encontré a mí mismo menos asociado a las palabras que quería decir. En su lugar, me habitué más a escuchar y a hacer preguntas. Mi interés en la escucha se inició con la creciente sensación de haber tenido conversaciones insatisfactorias durante mi propia vida. En algún momento alguien me mostró cómo una gran cantidad de personas se sienten contentos cuando alguien les pide hablar. Yo quería hablar menos de todos modos, así que encontré paz de nuevo haciendo preguntas a la gente.
No dejaba de oír a diversas personas hablando de la escucha y el Prólogo a la Regla de San Benito, así que lo investigué. La primera frase dice: «Escucha, hijo mío, los preceptos del Maestro, e inclina el oído de tu corazón». Me di cuenta de que podía distinguir hasta qué punto la tradición benedictina ha influido en las personas aquí en mi comunidad. Me di cuenta de cómo todo el mundo la practica a su manera, y empecé a aferrarme a las formas en que sonaba verdadera en mi reflexión. Me encontré con expertos asesores, sabios directores y humildes compañeros. Compartía tiempo con hospitalarios monjes, honorables profesores, e inspiradores amigos. Con lo que me quedo es con su paz sin palabras, su verdadero interés en mi historia, y su humildad en respuesta a la misma.
Mi personalidad y mi espiritualidad tiene ahora mucho más que ver con escuchar. Durante un momento estresante, casi dos años después de la graduación, tuve un gran avance en la comprensión de la empatía. Lo que me llevó a través de ese proceso fue realmente el escuchar a los demás en sus situaciones y quedarme con sus sentimientos y necesidades en nuestras conversaciones. Ahora estoy haciendo más preguntas en la oración y tratando de escuchar con el oído de mi corazón. Es lo que me trajo hasta aquí, y escuchar es mi práctica diaria.
Artículo adaptado de uno publicado en la Abbey Banner, foto de St. John’s School of Theology & Seminary’s publication: Conversatio for Winter 2015.
por Chris Morgan, de los Voluntarios Vicencianos de Colorado.
[Chris es nativo de Denver, estudiante de Teología con los benedictinos en la tierras del centro de Minnesota. Mientras estuvo con los Voluntarios Vicencianos de Colorado trabajó con las organizaciones Slow Food Denver & Cooking Matters.]
Fuente: CVV Alumni Blog
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