Jer 15, 10-. 16-21; Sal 58, 2-18; Mt 13, 44-46.
“El Reino… se parece a un tesoro escondido”
Nos pregunta el escritor Gary Jensen: “¿Sabes que hay 1.440 minutos en un día? ¿Y sabes también que el uno por ciento de todo este tiempo son 14 minutos y 24 segundos? ¿Qué pasaría si conscientemente tomaras la decisión de alimentar tu alma cada día entregando aproximadamente 15 minutos de tu tiempo a Dios? Un pequeño uno por ciento de tu vida. ¿Ésta cambiaría? La mía cambió”.
Fue encontrando el tesoro, y se llenó de alegría. Se fue desapropiando jubilosamente de todo lo que le impedía hacerse con él. Y lo que, al principio, ocupaba quince minutos se fue convirtiendo en vida liberada de máscaras y miedos, y llena de una nueva mirada. Charles de Foucauld, el ateo y libertino militar francés, dijo luego de hallar el tesoro: “Desde que conocí a Dios, supe que no podría vivir más que para él”. Y es, al mismo tiempo, la forma de vivir para los demás, pero desde el alegre agradecimiento.
A tu lado está, a mi lado se halla, en el corazón aparece como sed y hambre. A los descendientes de Adán se les dijo que tenían que ganarse la vida con el sudor de su frente. De este precepto están exceptuados los niños. Y Jesús nos dice que tenemos que recibir el Reino como los niños. No puedo ganarme la vida eterna, pero sí puedo abrir las manos y recibirla. E ir viviéndola con gratitud. Es el mejor tesoro, el que me busca y a quien yo busco, de comienzo en comienzo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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