¿Te has sentido alguna vez importunado por Dios? Tracy Kemme, S.C., sí… y sospecho que todos nosotros también, en un momento u otro. Aunque ella escribe su experiencia como joven Hermana de la Caridad de Cincinnati, sospecho que está recogiendo algo en lo que muchos se pueden sentir identificados, con independencia de estado o etapa de vida.
Mi corazón se siente inquieto, agitado, sacudido. Quizás es lo apropiado en este tiempo de Pentecostés. Tal vez el Espíritu está soplando, una vez más, en las habitaciones cerradas de mi corazón, sacándome de mi complacencia, hacia la urgencia de la misión. No sé lo que Dios está creando con este amor persistente, pero tengo la sensación de que debería prestar atención… parece que el Espíritu se lanza en picado, pillándome con la guardia baja, sacudiéndose en mi e instándome a hacer algo más.
Una de las preguntas la detuvo en seco: ¿Qué podemos hacer como religiosas que otros no pueden hacer? Tal vez nos deberíamos preguntar: «¿Qué puedo hacer por ser quien soy, que otros no pueden hacer?» Es una pregunta sencilla… pero que llevará a un examen de conciencia y de re-evaluación de nuestra situación actual. Tracy continúa: «Muchas de mis hermanas se siente agotadas por las innumerables exigencias de la vida religiosa». Una vez más, ¿cuántos de nosotros se sienten agotados por las innumerables exigencias en las situaciones de nuestra vida? La cuestión del equilibrio está presente en cada vida. Como joven Hermana de la Caridad, escribe:
La agitación que he sentido en mi discernimiento personal parece ser la misma agitación que sienten profundamente otras jóvenes religiosas en todas las congregaciones. ¡Es como si estuviésemos siendo despertadas para reclamar el poder de la misión! Es bueno cuestionarnos a nosotras mismas de vez en cuando:
– ¿Estamos viviendo la vida religiosa que estamos llamadas a vivir?
– ¿Estamos poniendo nuestras energías en las cuestiones correctas?
– Como individuos y comunidades, ¿somos quienes decimos que somos?
– ¿Pensamos, ante todo, al igual que nuestras hermanas fundadoras, en la misión de Jesucristo?
No es necesario mucho esfuerzo para darnos cuenta que estas preguntas se aplican a todos los que andan el camino de san Vicente y santa Luisa, independientemente de su estado. Tracy llega a la conclusión… «No puedo estar segura de lo que está provocando en mí o en la vida religiosa, pero no hay mejor momento para ser estimulada que durante Pentecostés. Al igual que los discípulos en la habitación superior de la casa [cf. Hch 1, 13], Jesús está respirando sobre nosotros. Su Espíritu nos da poder».
Abrámonos amplia, individual y colectivamente, a la poderosa agitación divina que nos guía siempre hacia adelante. Saltemos dentro de la ducha de agua fría del Espíritu Santo, que sacude y despierta, tengamos conversaciones que aviven nuestras pálidas llamas en fuegos rugientes, sintamos la alegría de la urgencia por el Evangelio palpitando a través de nuestras venas, recordemos la pasión que nos trajo aquí en primer lugar , y vivamos una vida que nos haga ser testigos creíbles del amor radical, sin límites, transformador de Dios. Ven, Espíritu Santo. Muévenos.
Te invito a leer su reflexión completa (en inglés) en Pentecost pestering: Will we let it move us to mission? (Molestia de Pentecostés: ¿Dejaremos que nos mueva a la misión?)
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