“En esto se le acercó uno y le dijo: Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?”
Ez 24, 15-24 | Sal 32 | Mt 19, 16-22.
El camino de la pobreza es un camino que no a muchos les agrada, pues nos habla del desprendimiento para tener presente a nuestros hermanos que viven en la miseria y así poder compartir con ellos lo que tenemos.
Las personas ricas corren el riesgo de poner su seguridad en las cosas, de tal forma que hacen todo lo que está de su parte para proteger aquello que les resguarda y les da un nivel importante por encima de los demás.
También en el camino de la vida nos encontramos con pobres con aspiración de ricos cuya existencia se desarrolla en adquisición de deudas por querer ser como los ricos, por querer aparentar, por querer mirar algún día por encima del hombro a los demás como a ellos los han mirado.
Es importante entonces no hacer división entre los mandamientos que tienen que ver con el prójimo y los que tienen que ver con Dios, pues estaríamos haciendo una mutilación respecto a lo que a Dios le agrada. A Dios lo vemos en el prójimo. Nuestro pase de abordaje para la vida eterna es el excluido de la sociedad.
No se trata de cumplir los mandamientos por cumplirlos. No es suficiente dedicarnos a ser buenos, el reto es seguir a la persona de Jesucristo y entonces todo lo demás tendrá sentido. Seguir a Jesucristo para alcanzar la vida eterna tiene que ver con el mundo de los pobres y lo que nosotros hagamos o dejemos de hacer por crear relaciones de justicia y de paz.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Israel C. Alba Romero, C.M.
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