El hermano Mike Sheerin, FMS, escribe: «¿Cómo podemos orar en nuestro mundo tan atareado? Al recordar a Vicente de Paúl como un hombre de oración que enraizaba y anclaba sus acciones, se nos invita a hacer lo mismo.»
Mucho de lo que se está escribiendo sobre la vida espiritual en estos días nos indica que un número creciente de personas reconocen el deseo, incluso la necesidad, de desarrollar la vida interior. El pensamiento contemporáneo también nos recuerda que, incluso si esta búsqueda no se muestra como una práctica espiritual regular, la gente sigue buscando maneras de cultivar el equilibrio en un ambiente, por lo demás, agitado y esclavizado al reloj. Sea cual sea la motivación, la nuestra como vicencianos abarca el desarrollo de la vida interior como nuestra forma de acercarse y estar más en contacto con nuestro Dios. La manera obvia de hacerlo es reservar un tiempo. No es una tarea fácil, pero vale la pena considerarlo. Un lugar favorito, una visión particular, un ambiente tranquilo carente de excesivo ruido, un iPod que emite música inspiradora, un libro o un pasaje de la Escritura… son algunas de las posibles preparaciones que permitan que el tiempo reservado pueda realizarse y sea fructífero.
Muchos de nosotros, como vicencianos, somos parte de una comunidad de personas creyentes cuyo simple estar juntos sirve de recordatorio de una vida interior viva y creciente. A menudo siento esto en la misa en el campus. Todos reconocemos que gran parte ya está disponible en Internet las 24 horas del día, y se puede acceder antes de empezar el trabajo o mientras se está de camino al trabajo o la escuela. A menudo digo a los estudiantes aquí en St. John que aprovechen el tiempo dedicado a caminar hacia y desde la clase como tiempo de meditación/reflexión. Revisar nuestro día y forjar unos momentos puede hacer mucho en la consolidación de nuestra vida interior. Si lo admitimos, esa pequeña revisión puede exponer un puñado de tiempo que nos permita entrar en un espacio interior espiritual. La pregunta surge: ¿Estamos dispuestos a hacer ese examen, esa preparación y después el ejercicio?
Así pues, ¿dónde está situado TU espacio interior en tu vida? ¿Cómo accedes a ese espacio? ¿Qué te ayuda a llegar a ese espacio? ¿Qué haces una vez que llegas allí? Es ese espacio interior el que nos ayudará a equilibrar la angustia y el espacio exterior, que siempre está a nuestra puerta. Es una forma clara de poder ser bueno para nosotros mismo, para que podamos ser buenos para los otros que necesitan de nuestra bondad. Como dijo Vicente, «Es primcipalmente en la oración donde que Dios te dará fuerzas».
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