Estoy segura de que todos hemos tenido nuestras dificultades para encontrar tiempo para la oración. Queremos tener tiempo a solas con Dios, pero vivimos una vida llena de prisas. Incluso cuando encontramos tiempo, es bastante común el sentirse incapaz de concentrarse o relajarse.
¡San Vicente nos asegura que es realmente muy fácil! Es como tener una conversación durante media hora. Afirma, con cierta ironía, que las personas, por lo general, se sienten contentas de hablar con un rey o un líder terrenal. Deberíamos sentirnos aún más contentos de tener la oportunidad de hablar con Dios.
Las tres cosas que San Vicente ve necesarias para la oración: la humildad, la indiferencia y la mortificación.
- Los humildes reconocen su dependencia absoluta de Dios. Van a la oración llenos de gratitud por los dones de Dios y reconociendo sus propias limitaciones y pecados.
- La indiferencia permite a la persona vivir en un estado de desapego y unión a la voluntad divina, de modo que al llegar a la oración él o ella sólo trata de saber y hacer lo que Dios quiera revelar.
- San Vicente a menudo vuelve a la necesidad de la mortificación, para orar bien, sobre todo en el levantarse de la cama rápidamente por la mañana. Les dice a las Hijas de la Caridad, el 2 de agosto de 1640, que nuestros cuerpos son como asnos: acostumbrados al camino fácil, siempre lo siguen.
La próxima vez que tenga minutos 6 y medio de sobra, encuentra un espacio tranquilo y reproduce este vídeo de las Hijas de la Caridad.
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Algo en lo que pensar
Una Hija de la Caridad dijo de Santa Luisa: «Tan pronto como se quedaba sola, se ponía en estado de oración».
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