«Una experiencia personal transformadora implica una experiencia que transforma el propio ser, las preferencias subjetivas, o los estados epistémicos de alguien consciente, de una manera profunda e incluso impredecible.» Esta historia, una experiencia transformadora desde el trabajo en la salud y la promoción, proviene de Elisabet Barrios, voluntaria de VMC [Vincentian Mission Corps, Cuerpos de Misión Vicenciana] en el curso 2014-2015. Ojalá sea parte de tu reflexión durante esta Pascua.
Vivificante. Transformador. Redefinitorio. Mi año de servicio con el Cuerpos de Misión Vicenciana ha sido todas estas cosas. Se ha transformado radicalmente mi entendimiento sobre la comunidad, la fe y el servicio. Técnicamente tengo un hermano, pero la vida de la comunidad ha añadido una nueva capa a mi concepto de familia. A través de conversaciones sinceras, risas y platos, vivir en la comunidad me concedió familiareas nuevos entre los que comparten la pasión por Dios y la justicia social. Mi comprensión de la espiritualidad fue lo siguiente en cambiar. Al igual que la familia, la fe no está destinada a estar relegada dentro de cuatro paredes. He aprendido que la fe se nutre de la comunidad y se expresa a través de la acción directa. A pesar de que estaba comprometido en el servicio, antes de mi año en VMC, esa definición se alteró mucho. El servicio no es algo temporal; se trata de una forma de vivir que requiere pasión y solidaridad. Poco a poco, mis experiencias con los Cuerpos de Misión Vicenciana renovó mi forma de pensar -sobre todo a través de mi puesto de servicio.
Casa de Salud, una clínica para personas con o sin seguro, trabaja para mejorar la salud entre los miembros de las comunidades de inmigrantes en St. Louis. Antes de servir con VMC, sabía muy poco sobre los obstáculos que se producen en nuestro sistema de salud: de precio, burocráticos y de transporte. Estos, añadidos al choque cultural y las barreras del idioma, forman un espacio en el que Casa de Salud trabaja tendiendo puentes. Casa de Salud va más allá de la atención ocasional, usando de guías para pacientes, para conectar a las personas al sistema de salud más grande. Con ese fin me desempeño como abogado, administrador de casos, y acompañante con especial atención hacia los impedimentos que se roducen en la atención al paciente. Los días de trabajo en la Casa de Salud son impredecibles y requieren mucha resolución de problemas y perseverancia. Sorteando obstáculos he aprendido que «no» significa «inténtelo de nuevo», «hable con alguien más,» o «haga una pregunta diferente.» Mi experiencia en Casa de Salud me ha demostrado el poder que tiene la perseverancia y la fe. Se ha hecho más profunda mi comprensión de la solidaridad y se ha transformado mi voz, para que fuese un eco de las necesidades de los demás. Aunque una vez fue voz suave, me he convertido en implacable e inconforme, porque creo que una comunidad saludable está al alcance.
Así mismo, san Vicente y santa Luisa y los Cuerpos de Misión Vicenciana nos desafían a ser creativos y perseverantes. Desde el carisma vicenciano estamos llamados a innovar y desafiar el status quo, a negarnos a aceptar un «no» como respuesta. Somos creativos hasta el infinito. Al igual que Vicente y Luisa utilizaron la comunidad, la fe y el servicio para cambiar las estructuras y los sistemas de su tiempo, estamos llamados a permanecer activos y llenos de esperanza. Los lugares como Casa de Salud y los programas como los Cuerpos de Misión Vicenciana sirven esa misión, proporcionando oportunidades para hacer frente a la injusticia y construir comunidad; se hacen eco de la llamada de Cristo a redefinir nuestro ser y nuestras comunidades.
Como resultado de la formación que he recibido a través de los Cuerpos de Misión Vicenciana, voy a empezar a hacer trabajo de organización comunitaria con DART en Topeka, Kansas, este verano. DART (Formación para la Acción Directa e Investigación) organiza encuentros de diversas religiones en torno a cuestiones locales. Se anima a los ministerios de fe a reunirse juntos, como una familia, y trabajar en colaboración hacia la justicia. A través de DART, hombres y mujeres de fe, del área local, dirigen el proceso organizativo y mantienen a las personas responsables en el poder —una luz luz brillante en un sistema que no funciona—. Estoy seguro de que el carisma vicenciano me guiará en este itinerario, continuando en un camino donde la fe y la justicia son una misma cosa.
#YoSoyVicente. También lo es Elisabet.
Fuente: Blog de Vincentian Mission Corps
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