Leemos a Kyle Earlywine (de COVIVO, Voluntarios Vicencianos de Colorado 2015). Kyle es nativo de Colorado y graduado de la Universidad de Denver. Sirvió en el equipo de Servicios Básicos en el Centro St. Francis durante el COVIVO y actualmente está viviendo en la costa oeste, donde él y su padre dirigen conjuntamente una empresa en expansión.
Mi año con los Voluntarios Vicencianos de Colorado fue el año más formativo de mi vida. Fui a COVIVO como alguien que no tenía especial deseo de servir a los pobres y salí no sólo con el deseo, sino con un camino claro adelante para llevar a cabo este servicio. Fue mi comienzo como un compañero de viaje —un lema que se volvió mantra y que ha guiado mi vida como seguidor de Jesús.
Recientemente mi viaje ha comenzado a acelerarse. Pocos días después de salir de COVIVO, comencé un negocio con mi padre y, años más tarde, empezamos a ver a nuestro negocio crecer, como siempre habíamos esperado. Esta experiencia con el crecimiento no sólo ha cambiado la forma en que veo mi vida profesional, sino también la forma como veo mi viaje como compañero.
Desde el comienzo de este crecimiento, una historia de la Biblia ha estado en mis pensamientos casi a diario: la parábola de los talentos (Mateo 25, 14-30). En la parábola, un Señor da talentos (una clase de moneda en aquellos tiempos) a tres funcionarios y, a continuación, desaparece. Mientras que el Señor está ausente, un sirviente no hace nada, pero los otros dos usan (inveierten) los talentos para hacerlos fructificar. Ellos hacern crecer la inversión del maestro al doble de la cantidad original.
Los dos criados que multiplican sus inversiones (uno de 5 a 10 y el otro de 2 a 4) son recompensados. ¿Cómo son recompensados? El maestro les dice, «os pondré a cargo de muchas cosas. Entrad en el gozo de tu señor». Son puestos a cargo de muchas cosas. A los servidores se les recompensa con más responsabilidad. En una parábola parecida en Lucas (capítulo 19), a diez siervos, un futuro rey les da una mina (otra moneda) para invertirla. Al igual que con los talentos, un sirviente no hace nada mientras los demás consiguen un rendimiento positivo en sus inversiones. A los buenos servidores se les recompensa con, por extraño que parezca, ciudades. Estas ciudades, supongo, no se les da a los que servían para divertirse con ellas, o para construir un palacio personal. Les dan las ciudades para gestionarlas. Son responsabilidades o, en otras palabras, trabajo. Jesús parece estar diciéndonos que la recompensa por el trabajo es… más trabajo. No parece ser la recompensa más atractiva, ¿verdad?
Para aquellos de nosotros que tenemos trabajos a tiempo completo, niños que cuidar, grupos eclesiales, impuestos que pagar, y alguna que otra causa de estrés en nuestras vidas, ¿quién vería la responsabilidad como una recompensa? Lo que yo creo: trabajar para el Señor es, realmente, trabajo, pero no hay nada más gratificante. El Señor de la parábola dijo, «entra en el gozo de tu señor.» Cuidar de los enfermos, alimentar a los hambrientos, servir a los pobres, todas estas cosas hacen feliz al Señor y, mayoritariamente, estas obras nos hacen felices a nosotros también. ¿Es acoso extraño que, cuando describimos cómo nos sentimos después de servir a los demás, a menudo usamos la palabra «gratificante»?
Pero dejadme volver al asunto del crecimiento. En el trabajo que hago para mi negocio, el crecimiento es una de las cosas más emocionantes que experimento. En el trabajo que hago para Dios, el crecimiento es también una de las cosas más emocionantes que experimento. Creo que, cuando trabajo para mi Maestro, Él lo ve y me otorga mayores responsabilidades o, en otras palabras, el crecimiento. En la parábola de los talentos, una de las sentencias finales del maestro es: «Te digo que a todo el que tiene, más se le dará.» Dios nos permite reinvertir los talentos que obtenemos durante nuestro servicio para hacer cosas más grandes y mejores. Estos talentos se presentan en forma de más habilidades, más recursos, más conocimiento y más pasión para hacer el trabajo de Dios. Creo que es un crecimiento espiritual natural pero también sobrenatural que nos permite asumir las responsabilidades mayores que se nos dan.
Cuando yo era un voluntario de COVIVO, se me pidió que mirase las injusticias y el sufrimiento presente en el mundo. Esto se hizo para crear en mí el deseo de trabajar en contra de las injusticias. Como un joven recién salido de la universidad, ¿qué podría yo hacer para terminar con el sufrimiento en una escala tan enorme? Muy poco. Sin embargo, creo que Dios me dio algo. Él me puso a caminar con otros «compañeros de camino.» Los viajes se hacen paso a paso, preferiblemente hacia adelante, con ayudas, y con la vista puesta en la misión de ser el cuerpo de Cristo.
Si el trabajo de Dios se mide por el número de boca alimentadas, personas alojadas, niños educados, o nuevos creyentes, quisiera que mi contribución a lo que Dios está haciendo sea mayor este año que la que fue el año pasado. Yo quiero que sea aún mayor el próximo año, y mayor el año siguiente. Si bien todavía no soy responsable de gran parte de lo que Dios está haciendo, se me muestra a través de la Biblia que mi fiel inversión de los «talentos» que me han dado me llevará hacia más oportunidades de servicio. Estoy emocionado por el crecimiento que veo en mí mismo y también en mis compañeros. En nuestro servicio a los pobres estamos, estuvimos y estaremos (¡aún más!) compartiendo la «felicidad del maestro.»
Fuente: COVIVO
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