Jer 11, 18-20 | Sal 7 | Jn 7, 40-53.
¿Deseas a Dios con esa intensidad?
Un día, un discípulo fue al encuentro de su maestro y le dijo: –Maestro, quiero encontrar a Dios.
El maestro miró al muchacho, sonriéndole, pero no le dijo nada.
El joven discípulo volvió al día siguiente a hacerle la misma petición, y así cada día. Pero el sabio maestro no decía nada, pues conocía muy bien al muchacho.
Un día que hacía mucho calor, le dijo al muchacho que lo acompañará hasta el río a tomar un baño. El discípulo lo acompañó y, llegados, ambos se metieron a nadar. En un momento dado, el maestro agarró al muchacho por la cabeza y se la metió bajo el agua un buen rato, hasta que el muchacho comenzó a forcejear para sacarla a flote. El maestro lo soltó y después de un rato le preguntó:
–¿Qué es lo que más deseabas cuando estabas debajo del agua?
–¡Aire! –respondió el discípulo.
–¿Deseas a Dios con la misma intensidad? –Prosiguió el maestro–. Si lo deseas así, no te quepa duda de que lo encontrarás. Pero si no tienes ese deseo, esa sed de Dios, por más que luches con tu inteligencia, con tus labios y con todas tus fuerzas, no lo podrás encontrar. Mientras no se despierte en ti esa sed, no vales más que un ateo. Incluso a veces el ateo es sincero, y tú no lo eres.
A veces, en nuestra vida de fe, deseamos encontrar a Dios y poder exclamar que Jesús es nuestro Señor y Salvador, pero, ¿estás dispuesto a asumir su estilo de vida?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Erick F. Martínez Benavides, C.M.
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