Proviniendo de una familia de muchos profesores, parece bastante normal para mí el estar en un programa de enseñanza. Sin embargo, hasta mi experiencia como una voluntaria del programa Gateway Vincentian [puerta de paso Vicenciana] (’09 -’10), la educación no fue algo que hubiese considerado con anterioridad. Al principio me uní a GVV buscando hacer un trabajo social, trabajar con niños (no aspectos educativos), y usar mi español. La única ubicación disponible donde me podría ser capaz de hacer estas cosas fue trabajar a tiempo parcial en el «Hogar Oseas» como trabajadora social y a tiempo parcial como ayudante de segundo grado en la Academia St. Frances Cabrini. Accedí porque el trabajo social es lo que quería hacer, la educación sólo me dio los medios para hacerlo. Al final me fui a encontrar a Dios en donde Él necesitaba que estuviese.
Antes de trasladarme a St. Louis, me quedé con ganas de involucrarme en el mundo de las organizaciones sin ánimo de lucro y de aprender más sobre el trabajo social. A medida que avanzaba el año, sin embargo, mis días en la escuela resultaron ser los que más vida me daban. Aunque fue una experiencia desafiante, mi tiempo en la escuela me estaba llenando de una manera que yo no había previsto. A través del trabajo con mis estudiantes, mi paciencia se incrementó más de lo que creía posible. A pesar de que me tomó unos cuantos años más el crecer en mi confianza como educadora, los estudiantes y el personal de St. Frances Cabrini plantaron la semilla. Al entrar en GVV, la enseñanza era una elección muy alejada de mis deseos pero, a finales del año, era una llamada que no podía ignorar.
De regreso a casa, todavía tenía dudas de si yo sería una buena maestra, a pesar de lo que muchos me habían dicho. Yo no quería ser maestra sólo porque otros habían pensado que debería o, lo que es peor, sólo porque podía. Temía ser una mala maestra. La confianza que me ofrecieron se quedó en mí, sin embargo, y me empujó para explorarlo más. De regreso a casa en Denver, asé dos años y medio trabajando en una maravillosa escuela pública. Una vez más, fue una experiencia muy difícil. Empecé como asistente de maestra de 4º grado, empecé a trabajar cada vez más en intervenciones de alfabetización, y con el tiempo también con alumnos dotados y talentosos. Realmente quería asegurarme de que la enseñanza era algo para lo que estaba lista, y no entré en ella a la ligera. A medida que más y más gente en el trabajo me decían que era buena en lo que estaba haciendo y me animaban a enseñar, por fin empecé a creer lo que los maestros en St. Louis ya me habían dicho años antes: Podría ser una buena maestra.
Cuando empecé a mirar los programas de enseñanza, había muchos para elegir en Denver, pero recuerdo que uno de mis compañeras en GVV, Christine, me habló de un programa de enseñanza católica que había considerado: The Alliance for Catholic Education (ACE) [Alianza para la Educación Católica]. Empecé a pensar en lo mucho que echaba de menos ir a misa con mis estudiantes, hablar libremente con ellos acerca de Dios, preparalos para los Sacramentos, incluso el simple hecho de vivir y trabajar en una comunidad católica. Sentí que Dios estaba ausente de muchas maneras en mi experiencia de trabajo desde que finalizó mi servicio en GVV, y que necesitaba traerlo de nuevo a mi vida. Sentí la llamada de servir a Dios a través de mi trabajo, no sólo a trabajar y, luego, servir a Dios en mi tiempo libre. ACE me ha ayudado a cumplir con esto. Estoy nuevamente viviendo en una comunidad católica, trabajando para preparar a mis estudiantes de 2do grado al sacramento de la Reconciliación.
Estoy segura de que la llamada que oí al finalizar mi tiempo como GVV, la estoy viviendo ahora como mi vocación de vida. Al principio de mi año GVV lo que sentí que fue una colocación inesperada para mí, ahora me doy cuenta que era exactamente donde Dios quería que estuviese. ACE es un programa de servicio por dos años comprometido con la revitalización de las escuelas católicas. A través del programa, recibimos una maestría en educación de la Universidad de Notre Dame. Tomamos clases en el campus durante dos veranos, y luego servimos como maestros en las escuelas católicas de todo el país, mientras seguimos cursos de formación on-line durante el año escolar, a la vez que vivimos juntos en comunidades cristianas. Estoy en el comienzo de mi último semestre en el programa, y sé que, sin mi experiencia como voluntaria vicenciana, yo no habría permitido a Dios que me guiase hasta aquí. La espiritualidad vicenciana me enseñó la importancia de vivir mi fe a través de mi trabajo, que me llevó a convertirme en maestra de la ECA. Mi año como GVV ha dado forma a lo que hoy soy, y me ha ayudado a descubrir lo que Dios me está llamando a ser, y que va a continuar haciéndolo mientras vivo mi fe como maestra.
por Maria Martinez Hernandez (GVV 09-10)
Fuente: Vincentian Mission Corps
El Vincentian Mission Corps es un programa voluntario de un año de duración para adultos jóvenes, de 21 a 30 años de edad. (El Gateway Vincentian Volunteers Program y el Vincentian Service Corps se fusionaron para crear un nuevo programa de voluntariado vicenciano.) Los voluntarios viven en comunidad y sirven a los pobres en el espíritu de San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac.
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