La Justicia Social en la Biblia

por | Feb 20, 2016 | Formación, Iglesia, John Freund, Justicia y Paz | 0 comentarios

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Teniendo en cuenta que las palabras y las acciones del Papa Francisco llaman la atención de las personas hacia cuestiones de justicia social, esta publicación de un artículo de Dominik Markl SJ titulado Social Justice in the Bible [La justicia social en la Biblia] parece oportuna e intemporal. Proporciona un trasfondo que va mucho más allá de los ciclos electorales recientes o incluso los últimos siglos con el intenso desarrollo de la doctrina social de la Iglesia.

Dominik Markl SJ estudia cómo el Antiguo y el Nuevo Testamento sientan las bases sobre las que podemos construir una sociedad que se esfuerza por ser «una comunidad perfecta de amor» y por la que somos juzgados los cristianos en acción. Él escribe:

La justicia social es una de las cuestiones fundamentales en la Biblia. Dios creó el mundo y la humanidad, y la vida y la felicidad de todo Su pueblo son sus deseos más profundos. La Biblia trae continuamente al centro del escenario a los oprimidos y se vuelven hacia Dios en la oración (por ejemplo Sal 9-10; 22). Profetas como Isaías y Amos levantan su voz en nombre de los pobres y los marginados, los que pertenecen a los grupos sociales «más débiles». Dios mismo prescribe un fraternal orden social en su Torá, y, en la misma sabiduría divina, Jesús desarrolla una ética cristiana del amor. Podemos mirar a diferentes aspectos del marco de la justicia social que se exponen en la Biblia y ver cómo se desarrollan las instrucciones del Antiguo Testamento en las enseñanzas de Jesús.

Hacia una sociedad justa: la libertad; la abdicación del poder; unidad

En la Biblia, la opresión tiránica del pueblo de Israel en Egipto es el arquetipo de injusticia social motivabada por la política. Dios lo percibe con la mayor sensibilidad (Ex 2, 23-25; 3, 7) y dirige a Israel en la primera mitad del libro de Éxodo ‘hacia sí mismo’ (Ex 19, 4), al Monte Sinaí. Allí establece las bases de Israel como pueblo libre que vive de acuerdo a un orden de justicia social; los Diez Mandamientos forman una especie de constitución para Israel. Se los introduce con las palabras: «Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud» (Ex 20, 2). La libertad a través del encuentro con Dios es el requisito previo para una sociedad que respete la vida y la dignidad de los demás seres humanos, base que se desdobla en los Diez Mandamientos (Ex 20, 2-17, Dt 5, 6-21). La institución del sábado, por ejemplo, es un instrumento para la nivelación de las diferencias sociales, permitiendo que los servidores propios y extraños descansen, lo mismo que empleadores y ciudadanos (Ex 20, 8-11; Dt 5, 12-15).

De acuerdo con la visión establecida en la Biblia, el ejercicio del poder totalitario siempre conduce a la injusticia social. Sólo mediante ampliando sus horizontes para incluir más de los intereses particulares de los individuos o grupos específicos, se pueden establecer fundaciones socialmente justas. Esto se ha demostrado tanto históricamente como en la era moderna, no sólo por los sistemas neoliberalistas, sino también por los sistemas totalitarios nacionalistas y comunistas, que hemos visto derrumbarse durante las últimas décadas. Los textos bíblicos tienen una visión muy crítica de los reyes de Israel, que representan el poder nacional. Esto se ve claramente en la historia del pueblo de Israel, su deseo de tener un rey que reine sobre ellos (1 Sam 8), así como en el relato de la caída del reino (2 Reyes 24-25). El verdadero rey de Israel y de todo el mundo es Dios mismo (cf. Sal 95-99).

Jesús desarrolla aún más la idea del ‘Reino de Dios’, dirigiendo su enseñanza hacia el objetivo de la justicia social. Él formula un principio político: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos» (Mc 10, 42-44). Esta noción de comunidad lleva a Pablo a postular que la común fe en Cristo hace que sea posible superar las diferencias sociales y culturales. «Ya no hay Judio ni griego, ni esclavo ni libre, ni hay varón ni mujer; todos ustedes son uno en Cristo Jesús» (Gal 3,28; cf. la imagen del Cuerpo en Romanos 12, 4-8; 1 Cor 12).

Justicia en la corte – Justicia por amor

El mantenimiento de la justicia social dentro de una sociedad depende en gran medida de la equidad y la fuerza de su ordenamiento jurídico; la corrupción es una de las principales causas de la pobreza y la injusticia social en muchos países, hasta el día de hoy, ya que viola el marco legal y moral de la sociedad. La Torá prescribe la justicia incondicional en la corte: «Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo» (Lev 19, 15); «Del mismo modo juzgarás al forastero y al nativo; porque yo soy Yahveh vuestro Dios.» (Lev 24, 22). Los profetas arremeten sin descanso contra las leyes y los jueces injustos. «¡Ay! los que decretan decretos inicuos, y los escribientes que escriben vejaciones, excluyendo del juicio a los débiles, atropellando el derecho de los míseros de mi pueblo, haciendo de las viudas su botín, y despojando a los huérfanos.» (Is 10, 1-2). «¡Ay de los que cambian en ajenjo el juicio y tiran por tierra la justicia… Aborreced el mal, amad el bien, implantad el juicio en la Puerta» (Amos 5, 7, 15).

Dios mismo es el arquetipo del juez justo (Sal 9, 5) y muchos salmos lo elogian como tal: «Él ama la justicia y el derecho, del amor de Yahveh está llena la tierra» (Sal 33, 5). «Oh Yahveh, en los cielos tu amor, hasta las nubes tu verdad; tu justicia, como los montes de Dios, tus juicios, como el hondo abismo.» (Sal 36, 6-7). «Él hará brillar como la luz tu justicia, y tu derecho igual que el mediodía.» (Sal 37, 6).

Jesús promueve el esfuerzo por la justicia, aunque exhorta a sus discípulos no sólo a orientar sus acciones hacia lo que está prescrito por la ley, sino a tener en cuenta siempre la mejor manera de ayudar a sus vecinos en pobreza. Esto se ve claramente en la parábola del buen samaritano (Lc 10, 29-37), así como en los criterios establecidos en el Juicio Final: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25, 40). El criterio último de la vida cristiana es siempre amar a Dios y al prójimo (Mc 12, 28-34). Al afirmar esto, Jesús recuerda los principios y valores fundamentales de la Torá (Levítico 19, 18; Deut 6, 4ss) y declara que estos son principios fundamentales para una vida religiosa.

La justicia económica – la opción de Dios por los pobres

Lujo excesivo, por un lado, pobreza extrema por el otro —los problemas que se derivan de la brecha entre los que están en los extremos de este rango han caracterizado la experiencia de la humanidad durante miles de años—. En la Biblia, Dios respalda con vehemencia aquellos grupos que son especialmente vulnerables a padecer la injusticia social. ‘No maltratarás al forastero, ni le oprimirás, pues forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto. Si le vejas y clama a mí, no dejaré de oír su clamor» (Ex 22, 20,23). La victimización de los extrangeros, las mujeres y los niños siguen siendo graves aspectos de la injusticia social en la actualidad; uno sólo tiene que pensar, por ejemplo, en los innumerables niños explotados en todo el mundo.

Se prescribe en la Biblia un compromiso fundamental con los pobres: el pago de sus deudas no deben impedir que una persona siga construyéndose la vida (Dt 24, 6, 12f, 17); se debe respetar la dignidad del deudor (Dt 24, 10ss); los trabajadores pobres deben ser pagados inmediatamente (Dt 24, 14); los restos del cultivo de cereales, olivos y uvas, después de la cosecha, han de servir para los pobres (Dt 24, 19-22).

Jesús, en sus enseñanzas, apuntó a la manifestación económica de la injusticia social en sus raíces en las intenciones humanas —la preocupación excesiva por la seguridad personal y la avaricia resultante con respecto a los bienes materiales—. «Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero. Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?» (Mt 6, 24-25). En consecuencia, la primera comunidad cristiana vivió modestamente en lo material, compartiendo sus bienes, como Lucas lo describe. «Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno. (Hch 2, 44-45).

Una comunidad perfecta del amor

La visión bíblica de la sociedad está enraizada en el anhelo de una comunidad perfecta del amor. Isaías expresa esto en las imágenes de la paz entre los animales (Is 11, 1-11) y del «nuevo cielo y la nueva tierra» (Is 65, 17-25). Jesús resume su vida en la última frase de su oración, antes de su detención: «Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos» (Jn 17, 26). Como cristianos, vivimos con un profundo anhelo de la comunidad perfecta —la comunión de toda la humanidad con Dios— mientras luchamso, en nuestra vida de oración y de acción, por una mayor justicia social.

Dominik Markl SJ enseña estudios bíblicos en Heythrop College, Universidad de Londres.

Textos para la Meditación

Se recomiendan los siguientes textos para la meditación personal o para grupos bíblicos, para aquellos que quieran reflexionar sobre los enfoques bíblicos en la justicia social:

  • Ex 3, 1-10 – Dios llama a Moisés para sacar a Israel de Egipto.
  • Ex 20, 1-17 – Los Diez Mandamientos
  • Sal 10 – ¡Escucha, oh Dios! ¡No te olvides de los oprimidos!
  • Sal 147 – Alabanza a Dios por su creación y por rescatar a los oprimidos
  • Is 35 – Los rescatados por Dios retornan a Sión llenos de alegría.
  • Am 5, 7-15 – Acusación de injusticia y motivación a caridad
  • Mt 6, 24-34 – Dios cuida de ti – ¡para su reino!
  • Lc 10, 25-37 – El mandamiento principal y la parábola del buen samaritano
  • 1 Cor 12, 12-27 – ¡Somos un cuerpo con muchos miembros!

El original apareció en Thinking Faith , web que merece la pena visitar por otros artículos.

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