1Sam 3, 1-20; Sal 39; Mc 1, 29-39.
“La levantó, tomándola de la mano”
Si alguien se enferma en tu familia o en comunidad, ¿se lo dices a Jesús, le pides ayuda y los pones en contacto? Según el evangelio de este día, así lo hacen con la suegra de Pedro, que estaba en cama con la fiebre alborotada. Él, “tomándola de la mano”, la restableció sana y en pie. Y, ella, agradecida, “se puso a atenderlos”. Jesús es siempre el que nos da la mano, el que nos pude levantar, el que trae la alegría a la familia, el que no discrimina entre hombres y mujeres.
Al abrir el Sínodo de la Familia, nos decía el Papa Francisco: “…hoy se vive la paradoja de un mundo globalizado en el que vemos tantas casas de lujo y edificios de gran altura, pero cada vez menos calor de hogar y de familia”. Me asombra esta nueva torre altísima, pero me asombra más esta familia o esta comunidad que, con “calor de hogar” se une, consuela y sirve a sus enfermos y los pone en contacto con Jesucristo, el mejor médico.
Luego, la mujer curada los atiende. La mesa compartida no solo es para el alimento, es también para recuperar la salud personal, comunitaria y ambiental. Es como un espacio litúrgico que expresa y garantiza la convivencia, la solidaridad y hermandad (ternura y respeto) entre todos.
¡Gracias, Señor, por las personas que, en sus familias, parroquias u hospitales, se ocupan de los enfermos!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Vicente Hernández Nolasco, C.M.
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