El servicio es una parte importante de lo que significa ser Vicenciano, donde quiera que estés. Ponerse del lado de los más pobres de Dios, y reflexionar sobre esa experiencia, es lo que ha ayudado a entender nuestro carisma a través de los siglos. Cualquier persona puede servir, pero la clave está en mirar más profundamente en la experiencia. Así es como un vicenciano se encuentra con Jesús.
La Universidad de Niagara tiene una larga tradición de invitar a sus alumnos a involucrarse en servicio con el «más pequeños de ellos». Durante los días de vacaciones en navidades, un grupo de Vicencianos de la Universidad de Niagara viajó a Nicaragua para servir. Kelly Fitzpatrick fue una de ellos. Estaban construyendo una casa. Dice Kelly: «Hicimos la pregunta Vicenciana del millón: ¿Qué hay que hacer? La respuesta fue simple y llanamente: trabajar duro«. En un momento de reflexión, Kelly conecta el servicio con la justicia, mientras se esfuerza por vivir el carisma vicenciano con la «fuerza de los brazos y el sudor de la frente.»
El trabajo duro mereció la pena, sobre todo sabiendo que tantas manos y corazones amorosos contribuyeron a su éxito. Ver a Derwin caminar por el interior de su nueva casa, con una sonrisa en su rostro y un peluche en sus manos, fue una imagen de la vida real de exactamente cómo nos sentíamos en nuestros corazones. Fue un recordatorio de la misión vicenciana y de nuestra llamada para responderla. Fue un recordatorio de que, a pesar de que haya tanta injusticia en el mundo, los actos pequeños pueden sumar para cambiarlo, incluso si es sólo una persona o una familia.
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