Expectación gozosa y confortadora

por | Dic 10, 2015 | Reflexiones | 0 comentarios

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Estad siempre alegres en el Señor (Fil 4, 4)

Jesús es la Buena Noticia anunciada por su precursor. ¿Anunciamos lo que Juan?

Él no predica a sí mismo. Proclama lo que más tarde Jesús: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».

Tal proclamación les da curiosidad a los que, agobiados debido al intolerable yugo romano, están en expectación del Mesías libertador. Se piensan si no será Juan el esperado de Israel.

Pero no permite el Bautista que la gente se quede con una falsa expectación. Incluso compararle con el Mesías será una equivocación.

Juan no es uno de esos que, para promover sus ambiciones y lograr devorar bienes ajenos, juegan con las expectaciones y los temores populares, a veces con pretexto de predicaciones conmovedoras que prometen indulgencias baratas, milagros rápidos y dinero fácil. Algunos, como verdaderos predadores, acechan a los más vulnerables a causa de una condición delicada —física, mental o emocional— parecida a la de los con expectación intensificada que suelen ver y oír lo que anhelan ver y oír.

El Precursor es más bien como el que viene detrás de él, enseñando la justicia y la misericordia: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene»; «No exijáis más de lo establecido»; «No hagáis extorsión a nadie».   Al igual que Jesús, ejemplifica las cinco virtudes muy estimadas por san Vicente de Paúl; mortificado hasta lo sumo fin, entregará su vida por su fidelidad a la Buena Noticia.

¿Es así nuestro testimonio de Jesús? ¿No manifiesta nuestra reacción al terrorismo que aún no hemos pasado de la muerte a la vida, acurrucándonos en nuestros lugares seguros, amurallados, si es posible, y cerrados a los refugiados? ¿No estamos estancandos aún en el instinto de autoconservación, viviendo de él, no del amor?

¿No basamos nuestra observancia en pura letra, olvidándonos de que «la pura letra mata y, en cambio el Espíritu da vida»? Como las de los verdaderos profetas, ¿vienen nuestras denuncias acompañadas de promesas esperanzadoras de renovación? ¿Llevamos siempre cara de funeral o de vinagre (EG 10, 85), de modo que velamos la alegría del Evangelio?

¿No convertimos la Eucaristía en mecanismo de escape? ¿Será que un desgraciado nos recuerda tan penosamente nuestra precariedad que nos gusta más seguir participando en la misa que «dejar a Dios por Dios»? Pero la verdad es que la Eucaristía es sacramento del que entró en nuestro caos para traernos claridad.

Señor, concédenos ser la noticia alegre y esperanzadora para los decaídos.

Domingo 3º de Adviento (C)
13 de diciembre de 2015
Sof 3, 14-18a; Fil 4, 4-7; Lc 3, 10-18

Autor: Rosalino Reyes Dizon

 

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